martes, 4 de marzo de 2014

Dreah. Capítulo 14.


DOMINGO POR LA MAÑANA
—Lo siento.
— ¿Otra vez? Ya te he dicho que no pasa nada.
— ¿¡NADA!? ¿Le llamas nada a la cara que se te ha quedado?
Ethan se recolocó la bolsa de guisantes congelados que nos habían dado en la cocina del club para bajar el hinchazón que cubría su mejilla derecha.
—No ha sido culpa tuya.
— ¿No? ¿De quién entonces?
—De nadie.
Le eché una mirada fulminante tras comer el trozo de lasaña que estaba pinchado en mi tenedor.
—Ahora me dirás que fue Savannah. Por cierto, ¿qué quería?
—Buscaba a Caitlin —dió un sorbo a su Coca-Cola.
— ¿Te duele mucho?
—Que pesada eh… No habré recibido cientos de golpes así a lo largo de mi vida
 — ¿Alguno te había dejado la cara así?
   —No. Pero eso es porque nadie es tan buena como tú dejando huellas en la cara de la gente. Primero mi hermana, ahora yo…
Reí sin poder evitarlo.
—Supongo que se me da bien.
No te acostumbres ¿eh?  
 No me dejes coger una pelota nunca más.
—Nunca tampoco, pero por un tiempo me parece bien.
 —Soy muy mala ¿verdad?
 — Tampoco tanto. Simplemente nosotros somos demasiado buenos.
Sonreí. Comenzaba a asustarme lo igual a mí que era.
—Bueno, yo he hecho baloncesto, ahora te toca a ti probar lo mío.
— ¿Surf?
—Sí.
— ¿Cuándo?
— ¿Esta tarde?
—Mmm… vale. No tengo nada mejor que hacer.
— ¿Soy tu última alternativa?
Rió.
—No, no quise decir eso.
Di un sorbo a mi Nestea.
—Seguro.
— ¿A las seis?
—Siete. He quedado con tu hermana.
— ¿Otra vez?
—No voy a pegarle. Solo va a aprender a hacer surf.
 Pues a las siete entonces.
                                           ***
 —No seas muy dura con ella —me advirtió Neithan cuando divisó al grupo de skaters que se acercaban hacia nosotros.
— ¿Dura yo? ¿Desde cuándo?
—No te pases.
—Oye Neith, ¿no podrías enseñarle tú?
— ¿Y eso?
 —Tengo una conversación pendiente con alguien.
— ¿Con quién? —preguntó frunciendo el ceño— Bueno, mejor déjalo. No quiero saberlo.
—Pues nada.
Libai y su grupo llegó ante nosotros.
—Buenas tardes —dijo haciendo relucir sus aparatos.
—Buenas —contesté— ¿Lleváis todos bañador?
—Yo no lo llevo puesto —dijo Theo.
—Ven conmigo.
Mientras los demás cogían tablas para meterse al agua, llevé a Theo a la caseta del material. Ella se puso el bikini, un conjunto negro que enseñaba justo lo necesario. Puse los ojos en blanco de manera que ella pudiese verlo, y juntas regresamos con el resto.
—Bueno Theo, a ver qué tal se te da —dijo Neithan tendiéndole una tabla amarilla.
Theo sonrió a Net, y no sin antes lanzarme una mirada amenazadora, entró al agua.
Me quedé a solas con Libai.
— ¿Tú no entras?—reguntó tras un rato, mirando fijamente al grupo de personas que ya estaban sobre las olas.
 No. Prefiero esperar un rato. ¿Y tú?
—No. Ahora no me apetece.
—Tú ya sabes surfear ¿no?
 Sí. Me enseñó Neithan hace tiempo.
—Neithan… ¿cómo es que nunca nos dijisteis que os conocíais?
—Pues no lo sé. Supongo que nunca lo creímos necesario, entre nosotros siempre hemos sido inseparables.
—Hombre, tanto como necesario no, pero así como dato…
—Bueno, ahora ya lo sabéis.
No conocía mucho a Libai, por no decir en absoluto, pero lo notaba raro. Algo le pasaba.
—Oye… la otra noche…
— ¿Qué?
— ¿Encontraste a Theo?
 —S…sí.
— ¿Y…?
  —Nada.
No me había mirado en ningún momento, pero supuse que había percibido mi mirada inquisitiva, pues se giró para mirarme con los ojos entrecerrados por el sol. Arqueé una ceja.
—Simplemente le conté que no había sido yo.
—Te vi con su gorro.
 —Sí, bueno, eso también.
— ¿Pero…?
—Pero… ¿qué?
—Vamos Libai, estás muy raro.
—No me pasa nada.
Resoplé. Él clavó la vista en la arena y comenzó a removerla con los pies.
—Antes intenté besarla —en cuanto lo soltó, su cara dejó ver que se arrepentía.
Supongo que pensaría que porqué le había dicho aquello a una desconocida. Pero ya lo había dicho.
—Y ella… ¿se apartó?
—No. Digamos que nos interrumpieron.
— ¿Y de qué te quejas? Inténtalo otra vez.
Abrió la boca como para empezar a hablar, pero se interrumpió y dirigió la vista al cielo carente de nubes.
—Ahora no puedo ni mirarla a la cara —confesó. Yo lo miré confusa.
— ¿Por?
— ¿Y si en realidad no quiere? ¿Y si no quiere hacerme daño y por eso no dice nada?
Ahogué como pude una carcajada, recordando el motivo de nuestra pelea.
—Lo digo en serio. ¿Y si pierdo nuestra amistad? No. No puedo arriesgarme a eso.
—No creo que Theo se lo  tomase a mal. Se olvidaría y ya está.
—En el fondo…—se revolvió el cabello con las manos—, yo también lo creo, pero ¿si sale mal?
— ¿Y si no…?
 ¡DREAH, LIBAI! —gritó Nethan desde dentro del agua— ¿VENIS?
—VOY —me levanté y cogí mi tabla. Miré a Libai, y tras guiñarle un ojo discretamente, entré al agua, dejándolo sentado en la arena con el ceño fruncido y mil dudas en la mirada.
                                            ***
El sol comenzaba a descender en el cielo. Eran las siete. Los demás ya se habían ido. Yo estaba sentada sobre la tabla, en la orilla, esperando a que llegase Ethan. Corría un poco de brisa. Me rodeé la espalda con una toalla y revolví la arena con los pies.
—Hola.
Alcé la mirada y descubrí ante mí a un Ethan muy sonriente. En ése momento vi su parecido con Theo.
—Hola —comencé a levantarme, y él me tendió la mano. Me incorporé con su
Ayuda— Gracias.
— ¿Tienes mi tabla?
—Por supuesto. —me agaché y le tendí una tabla roja con letras blancas— Esta te servirá.
—Muchas gracias. ¿Empezamos?
—Claro.
Ethan clavó su tabla en la arena, y con un movimiento rápido, se deshizo de la camiseta blanca que llevaba puesta. La dejó caer junto a mi toalla, que ya no me cubría la espalda. Yo me quité la camiseta Hurley verde y los pantalones cortos blancos que llevaba. Discretamente, ambos nos observamos. Él lucía un bañador azul eléctrico por encima de la rodilla, que resaltaba notablemente las innumerables pecas que cubrían si bien formado cuerpo. Yo llevaba un simple bikini violeta.
Cogí mi tabla del suelo y me dirigí hacia la orilla. Ethan no me siguió.
— ¿No me vas a dar la típica lección fuera del agua? Con posturas y esas cosas.
— ¿Te has subido alguna vez en una tabla? – pregunté dándome la vuelta para mirarlo.
 No. ¿Por?
—Hay que ir paso a paso. —expliqué con una sonrisa— Primero vamos a ver si eres capaz de mantenerte de pie, y después te explico lo que quieras.
—Si tú lo dices… no debe ser tan difícil.
Sonreí para mis adentros.
                Tú inténtalo y después hablamos.
Juntos, nos metimos al agua. No estaba muy fría gracias al sol que había hecho todo el día, y estaba bastante calmado; solo unas olas muy bajas rompían la quietud de la tarde. Nos adentramos hasta que el agua me llegó por el pecho.
— A ver, —dije subiéndome despacio  a la tabla para que él pudiese ver mis movimientos— lo primero es que aprendas a subirte con agilidad. —me quedé de pie sobre la tabla sin dificultad alguna.
—Lo veo fácil.
Intentó imitar mis movimientos. Gracias a sus músculos aunque a duras penas, se quedó sentado sobre la tabla. Comenzó el proceso de incorporarse, y cuando ya casi lo tenía, una  pequeña  ola logró desestabilizarlo, y cayó al agua provocando un gran chapoteo.
—¿Ves? — dije cuando salió del agua.
—Eso era de prueba, no te preocupes.
Viendo lo que me esperaba, decidí sentarme sobre la tabla.

Tras  casi una hora de intentos, risas y bromas por mi parte, Ethan por fin consiguió permanecer un rato considerable de pie en la tabla.
—Creo que por hoy ya es suficiente. —dije cuando el sol comenzaba a ponerse.
—Yo creo que también. Esto cansa más que el baloncesto.
Salimos del agua con las tablas bajo el brazo. La playa está desierta. Nos secamos entre comentarios y más bromas  a cerca de su torpeza  y su poco equilibrio.
— ¿A mi hermana le está costando tanto? – preguntó tras ponerse la camiseta.
 No, ella ya tiene el equilibrio del skate.
—Le tendré que pedir que me enseñe.
—Será lo mejor. —caminamos hasta el paseo en el que termina la playa, y tras dejar las tablas en la caseta, nos despedimos.
—Hasta la próxima.
— ¿Te arriesgas a una próxima?´
 Por supuesto.
Le pediré a Theo tu número.
—Vale. —nos que damos parados uno frente al otro sin saber muy bien qué hacer.
Finalmente, optamos por dos besos.
—Hasta otro día.
Gracias por todo.
—Te lo debía por lo de la cara. Por cierto, ¿cómo está?
— ¿No la ves? Igual de atractiva que siempre.
Arqueó una ceja, pero sonrió.
—Adiós Ethan.
—Adiós Dreah.

Y cada uno siguió su camino.




Dreah.