martes, 4 de marzo de 2014

Dreah. Capítulo 14.


DOMINGO POR LA MAÑANA
—Lo siento.
— ¿Otra vez? Ya te he dicho que no pasa nada.
— ¿¡NADA!? ¿Le llamas nada a la cara que se te ha quedado?
Ethan se recolocó la bolsa de guisantes congelados que nos habían dado en la cocina del club para bajar el hinchazón que cubría su mejilla derecha.
—No ha sido culpa tuya.
— ¿No? ¿De quién entonces?
—De nadie.
Le eché una mirada fulminante tras comer el trozo de lasaña que estaba pinchado en mi tenedor.
—Ahora me dirás que fue Savannah. Por cierto, ¿qué quería?
—Buscaba a Caitlin —dió un sorbo a su Coca-Cola.
— ¿Te duele mucho?
—Que pesada eh… No habré recibido cientos de golpes así a lo largo de mi vida
 — ¿Alguno te había dejado la cara así?
   —No. Pero eso es porque nadie es tan buena como tú dejando huellas en la cara de la gente. Primero mi hermana, ahora yo…
Reí sin poder evitarlo.
—Supongo que se me da bien.
No te acostumbres ¿eh?  
 No me dejes coger una pelota nunca más.
—Nunca tampoco, pero por un tiempo me parece bien.
 —Soy muy mala ¿verdad?
 — Tampoco tanto. Simplemente nosotros somos demasiado buenos.
Sonreí. Comenzaba a asustarme lo igual a mí que era.
—Bueno, yo he hecho baloncesto, ahora te toca a ti probar lo mío.
— ¿Surf?
—Sí.
— ¿Cuándo?
— ¿Esta tarde?
—Mmm… vale. No tengo nada mejor que hacer.
— ¿Soy tu última alternativa?
Rió.
—No, no quise decir eso.
Di un sorbo a mi Nestea.
—Seguro.
— ¿A las seis?
—Siete. He quedado con tu hermana.
— ¿Otra vez?
—No voy a pegarle. Solo va a aprender a hacer surf.
 Pues a las siete entonces.
                                           ***
 —No seas muy dura con ella —me advirtió Neithan cuando divisó al grupo de skaters que se acercaban hacia nosotros.
— ¿Dura yo? ¿Desde cuándo?
—No te pases.
—Oye Neith, ¿no podrías enseñarle tú?
— ¿Y eso?
 —Tengo una conversación pendiente con alguien.
— ¿Con quién? —preguntó frunciendo el ceño— Bueno, mejor déjalo. No quiero saberlo.
—Pues nada.
Libai y su grupo llegó ante nosotros.
—Buenas tardes —dijo haciendo relucir sus aparatos.
—Buenas —contesté— ¿Lleváis todos bañador?
—Yo no lo llevo puesto —dijo Theo.
—Ven conmigo.
Mientras los demás cogían tablas para meterse al agua, llevé a Theo a la caseta del material. Ella se puso el bikini, un conjunto negro que enseñaba justo lo necesario. Puse los ojos en blanco de manera que ella pudiese verlo, y juntas regresamos con el resto.
—Bueno Theo, a ver qué tal se te da —dijo Neithan tendiéndole una tabla amarilla.
Theo sonrió a Net, y no sin antes lanzarme una mirada amenazadora, entró al agua.
Me quedé a solas con Libai.
— ¿Tú no entras?—reguntó tras un rato, mirando fijamente al grupo de personas que ya estaban sobre las olas.
 No. Prefiero esperar un rato. ¿Y tú?
—No. Ahora no me apetece.
—Tú ya sabes surfear ¿no?
 Sí. Me enseñó Neithan hace tiempo.
—Neithan… ¿cómo es que nunca nos dijisteis que os conocíais?
—Pues no lo sé. Supongo que nunca lo creímos necesario, entre nosotros siempre hemos sido inseparables.
—Hombre, tanto como necesario no, pero así como dato…
—Bueno, ahora ya lo sabéis.
No conocía mucho a Libai, por no decir en absoluto, pero lo notaba raro. Algo le pasaba.
—Oye… la otra noche…
— ¿Qué?
— ¿Encontraste a Theo?
 —S…sí.
— ¿Y…?
  —Nada.
No me había mirado en ningún momento, pero supuse que había percibido mi mirada inquisitiva, pues se giró para mirarme con los ojos entrecerrados por el sol. Arqueé una ceja.
—Simplemente le conté que no había sido yo.
—Te vi con su gorro.
 —Sí, bueno, eso también.
— ¿Pero…?
—Pero… ¿qué?
—Vamos Libai, estás muy raro.
—No me pasa nada.
Resoplé. Él clavó la vista en la arena y comenzó a removerla con los pies.
—Antes intenté besarla —en cuanto lo soltó, su cara dejó ver que se arrepentía.
Supongo que pensaría que porqué le había dicho aquello a una desconocida. Pero ya lo había dicho.
—Y ella… ¿se apartó?
—No. Digamos que nos interrumpieron.
— ¿Y de qué te quejas? Inténtalo otra vez.
Abrió la boca como para empezar a hablar, pero se interrumpió y dirigió la vista al cielo carente de nubes.
—Ahora no puedo ni mirarla a la cara —confesó. Yo lo miré confusa.
— ¿Por?
— ¿Y si en realidad no quiere? ¿Y si no quiere hacerme daño y por eso no dice nada?
Ahogué como pude una carcajada, recordando el motivo de nuestra pelea.
—Lo digo en serio. ¿Y si pierdo nuestra amistad? No. No puedo arriesgarme a eso.
—No creo que Theo se lo  tomase a mal. Se olvidaría y ya está.
—En el fondo…—se revolvió el cabello con las manos—, yo también lo creo, pero ¿si sale mal?
— ¿Y si no…?
 ¡DREAH, LIBAI! —gritó Nethan desde dentro del agua— ¿VENIS?
—VOY —me levanté y cogí mi tabla. Miré a Libai, y tras guiñarle un ojo discretamente, entré al agua, dejándolo sentado en la arena con el ceño fruncido y mil dudas en la mirada.
                                            ***
El sol comenzaba a descender en el cielo. Eran las siete. Los demás ya se habían ido. Yo estaba sentada sobre la tabla, en la orilla, esperando a que llegase Ethan. Corría un poco de brisa. Me rodeé la espalda con una toalla y revolví la arena con los pies.
—Hola.
Alcé la mirada y descubrí ante mí a un Ethan muy sonriente. En ése momento vi su parecido con Theo.
—Hola —comencé a levantarme, y él me tendió la mano. Me incorporé con su
Ayuda— Gracias.
— ¿Tienes mi tabla?
—Por supuesto. —me agaché y le tendí una tabla roja con letras blancas— Esta te servirá.
—Muchas gracias. ¿Empezamos?
—Claro.
Ethan clavó su tabla en la arena, y con un movimiento rápido, se deshizo de la camiseta blanca que llevaba puesta. La dejó caer junto a mi toalla, que ya no me cubría la espalda. Yo me quité la camiseta Hurley verde y los pantalones cortos blancos que llevaba. Discretamente, ambos nos observamos. Él lucía un bañador azul eléctrico por encima de la rodilla, que resaltaba notablemente las innumerables pecas que cubrían si bien formado cuerpo. Yo llevaba un simple bikini violeta.
Cogí mi tabla del suelo y me dirigí hacia la orilla. Ethan no me siguió.
— ¿No me vas a dar la típica lección fuera del agua? Con posturas y esas cosas.
— ¿Te has subido alguna vez en una tabla? – pregunté dándome la vuelta para mirarlo.
 No. ¿Por?
—Hay que ir paso a paso. —expliqué con una sonrisa— Primero vamos a ver si eres capaz de mantenerte de pie, y después te explico lo que quieras.
—Si tú lo dices… no debe ser tan difícil.
Sonreí para mis adentros.
                Tú inténtalo y después hablamos.
Juntos, nos metimos al agua. No estaba muy fría gracias al sol que había hecho todo el día, y estaba bastante calmado; solo unas olas muy bajas rompían la quietud de la tarde. Nos adentramos hasta que el agua me llegó por el pecho.
— A ver, —dije subiéndome despacio  a la tabla para que él pudiese ver mis movimientos— lo primero es que aprendas a subirte con agilidad. —me quedé de pie sobre la tabla sin dificultad alguna.
—Lo veo fácil.
Intentó imitar mis movimientos. Gracias a sus músculos aunque a duras penas, se quedó sentado sobre la tabla. Comenzó el proceso de incorporarse, y cuando ya casi lo tenía, una  pequeña  ola logró desestabilizarlo, y cayó al agua provocando un gran chapoteo.
—¿Ves? — dije cuando salió del agua.
—Eso era de prueba, no te preocupes.
Viendo lo que me esperaba, decidí sentarme sobre la tabla.

Tras  casi una hora de intentos, risas y bromas por mi parte, Ethan por fin consiguió permanecer un rato considerable de pie en la tabla.
—Creo que por hoy ya es suficiente. —dije cuando el sol comenzaba a ponerse.
—Yo creo que también. Esto cansa más que el baloncesto.
Salimos del agua con las tablas bajo el brazo. La playa está desierta. Nos secamos entre comentarios y más bromas  a cerca de su torpeza  y su poco equilibrio.
— ¿A mi hermana le está costando tanto? – preguntó tras ponerse la camiseta.
 No, ella ya tiene el equilibrio del skate.
—Le tendré que pedir que me enseñe.
—Será lo mejor. —caminamos hasta el paseo en el que termina la playa, y tras dejar las tablas en la caseta, nos despedimos.
—Hasta la próxima.
— ¿Te arriesgas a una próxima?´
 Por supuesto.
Le pediré a Theo tu número.
—Vale. —nos que damos parados uno frente al otro sin saber muy bien qué hacer.
Finalmente, optamos por dos besos.
—Hasta otro día.
Gracias por todo.
—Te lo debía por lo de la cara. Por cierto, ¿cómo está?
— ¿No la ves? Igual de atractiva que siempre.
Arqueó una ceja, pero sonrió.
—Adiós Ethan.
—Adiós Dreah.

Y cada uno siguió su camino.




Dreah.

martes, 4 de febrero de 2014

Dibujo "STDC"

Un amigo nos ha hecho como regalo un bonito -y bastante fiel- dibujo de nuestras chicas de STDC.  Savannah, Theo, Dreah y Cinbelin perfectamente representadas.
¡Muchas gracias, Sergio!



sábado, 1 de febrero de 2014

Theo. Capítulo 13.



DOMINGO POR LA MAÑANA.
Cuando Dreah se fue, la incomodidad aumentó por cien. En ése momento, aunque supe que la surfera lo hacía por mí, me dieron ganas de estrangularla. Libai me sonrió y señaló la pista con la cabeza.
—Helen y el resto se han ido a buscar la comida de hoy, al parecer han abierto un restaurante de comida rápida aquí cerca. ¿Vienes? Tenemos la pista para nosotros solos.
Asentí y lo seguí para salir de entre las palmeras, pero el sol nos dio de lleno en la cara. Hacía muchísimo calor, y como era mediodía, estaba pegando muy fuerte. Parecía un día de verano, y en ésos momentos envidiaba a los surferos.
—Uf —se quejó Libai, y se sentó como un indio, cerca del borde de la pista. Dejó su skate delante de él, y yo me acosté, apoyando la cabeza en el monopatín. Él me daba sombra— Me voy a derretir.
— ¿A derretir? ¿Qué eres, de cera?
—De chocolate —dijo, imitando las patéticas frases que usaba Kyl para ligar -sin éxito, por supuesto- en verano. Le bajé mi gorro hasta que le tapó los ojos.
—Pues ya tienes sombra.
Él se lo colocó bien, sonriendo, y un rayo de sol rebotó en sus aparatos.
— ¿Aún no se te ha curado la ceja?
—Ahí va —respondí, mientras me llevaba la mano a la pequeña tirita color carne—, lo que está claro es que rompe la estética de mi cara.
Libai puso los ojos en blanco y rió. Desde que lo conocí hablar con Libai siempre había sido como hablar con mi hermano, incluso mejor, pero en ese momento era de lo más extraño. Incómodo.
Él me miró a los ojos, serio, y yo le devolví la mirada. De repente, estar acostada me hizo sentir vulnerable. Libai se inclinó un poco, y sus ojos estuvieron a la altura de los míos. Noté su respiración hacerme cosquillas en la mejilla, y sus dedos me acariciaron el cabello. Noté cómo el corazón me subía por la garganta, y cerré los ojos, llevando inconscientemente mi mano izquierda hasta su rostro.
— ¡Ya estamos aquí! —gritó Helen, alargando la última letra.
Libai se irguió tan rápido que pareció que su cercanía hacia mí desapareció en segundos. Estaba ruborizado, así que no quise imaginarme como debía estar yo. Me alcé y vi a Helen y a los chicos pasando bajo el arco de la entrada. Supuse que no se habían dado cuenta de nada, porque Libai les estaba dándo la espalda, y desde atrás parecería que estábamos hablando. Intenté mirarlo, pero Libai me esquivó. Así que cuando Leo me dió mi hamburguesa y mi refresco y les pagué mi parte, me senté en mi lugar junto a Helen. Normalmente Libai estaba a mi otro lado, pero se sentó junto a Marc, en la otra punta.
Mientras comíamos, cada vez que lo pensaba me ruborizaba, así que acabé comiendo mirándo al suelo. Helen, tras unos minutos, comenzó a hablar de lo genial que fue la pelea del otro día, y de que a pesar de todo Dreah le estaba cayendo bastante bien.
—Es una buena chica, ¿no creéis? —comentó.
—Y es muy guapa —dijo Kyl, el cual tenía un enorme manchurrón de kétchup alrededor de la boca.
—Y tú sólo piensas en eso.
Leo, que estaba sentado en el centro del bowl, le daba mordiscos de vez en cuando a su hamburguesa, a la vez que arreglaba las ruedas de su destrozado skate.
—Eh, Leo  —levantó la cabeza y me miró, sonriente. Sus ojos grises brillaron tras el fleco—. He visto un skate bastante bonito y barato en la tienda. ¿Por qué no te lo compras?
Él se encogió de hombros.
—No tengo dinero para pagarme un skate nuevo. Éste me vale, ¿véis?
Se marchó para demostrarnos que sus palabras eran ciertas, y cuando saltó, una de sus ruedas se cayó, lo que provocó que al tocar el suelo se cayera de frente. Marc chasqueó la lengua.
—Me da pena. ¿Y si le regalamos ése skate?
Todos asentimos. Leo siempre tenía la fe de que podría arreglar su tabla, pero estaba tan destrozada que era ya misión imposible.
—Libs, ¿qué te pasa?
Libai miró a Helen y se encogió de hombros; tras lo cual siguió concentrado en su bocadillo. Mi amiga me miró a mí, con las cejas alzadas. Me sorprendía su capacidad de comprender las cosas antes que nadie. Le murmuré que ya le contaría.
Cuando terminamos de almorzar, Libai se levantó y se limpió las manos. Todos lo imitamos.
—Habéis traído los bañadores, ¿cierto?
Todos asentimos. Habíamos quedado para pasar la tarde en la playa, así que fuimos en grupo. Antes de llegar, divisamos a lo lejos a los surferos, de los cuales unos cuántos ya estaban dentro del agua. Dreah se acercó a mí.
— ¿Tienes el bikini?
—Sí.
—Ven, te llevaré a un sitio dónde puedas cambiarte.
Dreah me guió hasta una pequeña cabaña de madera, que era como un probador de una tienda. Me cambié rápido, poniéndome el bikini negro. Hacía años que no iba a la playa, así  que había tenido que comprarme uno para ése día, porque a Libai le había dado por “hacer amigos” con otros grupos. Sobre el bañador me puse unos pantalones cortos verdes, y una camisa Hurley verde clara.
Dreah, que me estaba esperando apoyada en la puerta puso los ojos en blanco y caminamos juntas hasta la arena.
—Te he guardado una de mis antiguas tablas —me espetó—, a ver si logras aprender algo.
—Calla. A ti te toca el próximo día con la tabla y las ruedas en tierra firme —esbocé una sonrisa—, y veremos quién se ríe de quién.
Cuando llegamos, los chicos ya se habían cambiado. Libs llevaba un bañador azul cielo que le llegaba por encima de las rodillas, y tenía el torso al aire. Como generalmente pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo libre en la pista, nunca lo había visto en bañador. Tenía los abdominales bien formados, y los brazos fuertes. Y lleno de pecas. Al igual que sus mejillas y nariz, toda la parte superior de su tórax estaba lleno de ellas.
Dreah se sentó en la arena junto a él, y me miró, divertida mientas me quitaba la camisa.
— ¿Por qué te sientas? ¿Hay que hacer digestión o algo?
—No —Neithan, el amigo de Dreah y según me había enterado, también de Libs, avanzó hasta situarse junto a mí— es que te voy a enseñar yo.
— ¿Tú? —me di cuenta de que había sonado un poco borde, y me intenté corregir— Es decir, Dreah me había dicho…
—A Dreah no le hagas caso —dijo, y sus labios se curvaron en una bonita sonrisa.
                                                        ***
El resto de la tarde se desarrolló por mi parte en planchazos contra el agua e intentar coger mis primeras olas. Hacer surf era un poco difícil, pero el equilibrio lo tenía ya de por sí; lo que había cambiado era la superficie. Y el agua era más traicionera.
Cuando oscureció, decidí marcharme. Los chicos se iban a quedar un poco más, pero yo aún no había terminado mis deberes del día siguiente, así que recogí, me vestí y comencé a caminar. Me despedí de todos ellos con una sonrisa, pero Libai ni siquiera me miró. Se había pasado la mayor parte del tiempo sentado junto a Dreah, y cuando entró en el agua, todos nos sorprendimos, porque sabía. Por supuesto, no tanto como Neithan o Dreah, pero no se le daba nada mal.
 El camino hacia mi casa se acortaba por la pista de skate, así que mientras me escurría el pelo con una pequeña toalla, avancé hacia ella. Cuando la estaba cruzando, oí el repiqueteo de unos tacones a mi espalda.
—Theodora.
Me giré con las manos en mi pelo. Savannah Knowels me miraba desde lo alto de sus tacones, que eran una especie de botines. Me pregunté cómo no se partía un tobillo sobre ellos. O cómo no se moría de frío con aquellos pantalones tan cortos y ese mini top. Su cabello violeta le caía sobre un hombro.
—Eh…hola.
Avanzó hacía mí.
— ¿Están por aquí tus amigos? Tengo que decirte una cosa, y no me gustaría que ninguno de ellos estuviera delante.
Tenía una voz potente y firme. Y entonces recordé lo bien que había cantado en la fiesta del día anterior. Al menos lo que la había oído.
—No, estoy sola.
—No tardaré mucho. Escucha, sabes quién es Caitlin, mi…lo que sea.
— ¿Amiga? —ella entrecerró los ojos, como un león a punto de atacar una presa. Me corregí— Bueno, la chica que siempre está contigo.
—Sí, ésa. Mira, no suelo hacer esto, pero le das envidia. Le da igual la gente, y los sentimientos, e incluso la dignidad, así que hará todo lo posible por conseguir a Libai. Ayer lo besó a traición, y dudo que sea lo único que intente hacer.
Recordarlo me sintió como una patada en el estómago.
—De todas formas, a Libai no…
—Theodora, no subestimes la capacidad de atracción de Caitlin. Consigue todo lo que quiere. Y ésta vez no me gustaría que lo hiciera.
Se dio la vuelta sobre sus tacones y comenzó a marcharse.
— ¡Oye! —se giró y me miró por encima de su hombro— Gracias, Savannah. Pero… ¿por qué haces esto? Nunca antes me habías hablado.
Ella se encogió de hombros.
—Supongo que veo lo que Libai te quiere. Y lo que tú le quieres a él. Meterse en medio es…mezquino. —se echó el pelo hacia detrás, que se balanceó en su espalda— Hasta otro día, Theodora. Y no olvides lo que te he dicho.
— ¡Theo!  —le dije, y volvió a mirarme solamente girando el cuello— Llámame Theo.

Savannah… ¿sonrió? No creo. Pero aún así me dio ésa sensación.


Theo.




Capítulo 12. Savannah.


DOMINGO POR LA MAÑANA.


Había dejado el coche en la parte baja del club y entré en las canchas, donde reinaba un gran silencio. Coloqué bien mi bolso en el hombro y al mirar hacia el grupo de personas, divisé a Dreah con el ceño fruncido.
— ¿Buscas algo? —me preguntó la surfera.
—A alguien, más bien —la miré— ¿Has visto a Caitlin?
—No, estábamos jugando —explicó.
— Como sea.
Me puse las gafas de sol al salir de las instalaciones con la mirada de Dreah encima y la de algunos en mi trasero. Bajé las escaleras mientras le enviaba un sms a Cait. En veinte minutos en la cafetería de la esquina.

                                                                               ***
—Fui a buscarte al club y no estabas —bebí de mi cappuccino— ¿Dónde te escondiste, Cait?
—Bueno, —jugó con su pelo, intentando hacerse la interesante— digamos que fui hacerle una visita a mi amigo Harry.
—Oh —comenté. Ya sabía por dónde iban los tiros—. Tuviste guerra anoche, ¿eh? —alcé mis cejas mientras Caitlin reía—. Hablando de anoche, ¿cómo mierda se te ocurre besar a ese chico? ¿Estás loca?
Su cara cambió por completo.
—Oye que yo solo quería probar —rió malvadamente—; además, besa bastante bien.
—Te dije que era intocable —di otro sorbo—.
—Es igual —se escurrió en su asiento—, lo único que hizo fue ir tras esa pordiosera que monta en skate.
— ¿Theodora? —pregunté extrañada.
—Sí, ésa —se incorporó entusiasmada. Sabía que tenía algo entre manos—. Es la hermana pequeña del estrellita del equipo de baloncesto Ethan Hardee, y por lo que me han dicho, Libai y ella están de novios.
— ¿Sabes? Deberías cambiar tus fuentes de cotilleo, porque simplemente son amigos —terminé mi bebida.
— ¿Qué estas hoy? ¿De defensora por la patria? —dijo molesta.
—¿Te importa? —me levanté— Solamente te digo que dejes a ese chico en paz, no es bueno meterse en las relaciones. Si es que la tienen. —dije, dudando.
— Mira quien fue hablar —miró sus uñas como si nada le importara.
—Te recuerdo que no soy yo la que está con el vecino del tercero que a su vez está casado y tiene a su mujer embarazada de seis meses. —la miré— Así que ya sabes, mantén tus pezuñas alejadas de él.
Y salí por la puerta.
En lo que caminaba por la acera hacia el aparcamiento, mi móvil vibró. Llamada entrante, número desconocido.
— ¿Sí? —pregunté con curiosidad.
—Hermosura —al oír su voz, un escalofrío corrió por mi columna. Oliver al habla—, ¿sabes? Tienes un culo muy bonito con esos pantalones.
— ¿Donde coño estás? —miré a mi alrededor mientras aceleraba el paso.
—Oye, no corras mira a ver no te vayas a caer con los tacones —dijo, mientas reía—. Amo ver tu cara de pánico y cabreo al mismo tiempo —noté cómo sonreía al otro lado de la línea.
—Yo amo cuando te mando a la mierda y rompo el cristal de tu coche —colgué.

Guardé mi teléfono, cogí una piedra del suelo y la tiré hacia un R8 negro aparcado al otro lado de la acera. Vi como Oliver salía del coche hecho una furia, y al mirar aquel desastre, puso su mirada en mí. Reí al ver su cara cuando él cruzaba, di unos cuantos pasos hacia atrás, moví mi trasero descaradamente y le mandé un beso volado. Corrí hacia mi deportivo y salí echando leches de ahí.
Lo último que recuerdo del rubio empresario fue como gritaba.

DOMINGO POR LA TARDE, CASA DE LOS KNOWELS.

— ¡Savannah! —dijo mi madre al empezar las escaleras,
—No me grites que estoy aquí —comenté mientras bajaba los tres escalones finales.
— ¿Te importa ir a comprar esto? —me dio un papel amarillo con alimentos escritos— Los necesito para hacer la cena, así que por favor no vengas tarde.
— ¿Por qué tengo que ir yo? —la miré con vagancia.
—No mandaré a Morgan en triciclo —comento con ironía—. Ve y cómpralos —caminó hacia la cocina.
Con tres zanahorias por fin acaba el pedido así que después de una hora metida en aquella pequeña tienda, pague y salí. En uno de los semáforos paré y deje cruzar a una pareja. El chico llevaba un gorro de lana muy parecido a los de Libai, cosa que me recordó a ésa mañana. Con rabia y a la misma vez extrañada por haber salido en defensa de Theo, seguí mi camino a casa. Sabía que Caitlin tenía celos por Theo y estaba más que segura que haría algo por llevarse al chico con ella, así que di media vuelta y aceleré hacia el parque de skaters. La cena podía esperar.




Savannah.