lunes, 2 de septiembre de 2013

Capítulo 11. Dreah.



SÁBADO POR LA MAÑANA.   
Libai ya se había marchado tras Theo cuando esta se fue al ver como Caitlin besaba a Libai. Lo que no vio fue como este la separaba, pero supuse que ya se encargaría él de decírselo.
Estaba sentada en un pequeño sillón en una esquina del pub observando distraída a los que bailaban. Neithan había intentado convencerme para que bailase, pero yo no soy de las que bailan, y como Theo no estaba para hacerme compañía, no tenía otra cosa mejor que hacer que mirar a los demás mientras escuchaba la potente voz de Savannah que aún cantaba sobre el escenario. Hacía mucho calor ahí dentro, así que tras recolocarme el vestido, salí a la pequeña terraza del pub.
Una agradable brisa fría me refrescó en cuanto salí. Me senté en el borde de una estrecha jardinera repleta de plantas, que daba al paseo marítimo.
—Hola —me sorprendió una voz detrás de mí.
Me giré despacio, y para mi sorpresa, me encontré con Ethan, el hermano mayor de Theo. Iba vestido con unos vaqueros verdes, Vans negras, y una camisa blanca.
—Hola —respondí poniéndome de pie.
—Eres Dreah, ¿me equivoco?
—No. Tú eres... Ethan, el hermano mayor de Theo, y no me equivoco. —respondí segura, sin querer ser cortante. Se le escapó una fugaz sonrisa.
—Y tú, le partiste la ceja a mi hermana, y tampoco me equivoco —dijo dejando entrever una hilera de perfectos dientes blancos.
—Mmm....Yo...  —susurré sin palabras. Él soltó una carcajada.
—No te avergüences, si es que mi hermanita tiene unas cosas.  Por cierto, ¿sabes dónde está?
—Ha surgido un... imprevisto —respondí vacilante.
—Bueno, se las arreglará sola.
—Sí —dije mirándo al suelo.
—Me han dicho que surfeas, —asentí con la cabeza y parte del pelo me tapó la cara— y que eres buena.
—Supongo  —respondí agradeciendo que el pelo me tapase para que no viera que me estaba poniendo roja. Me odié por comportarme así, estaba perdiendo facultades.
—Yo hago baloncesto.
—Lo sé —dije levantando la cabeza, contenta por poder cambiar de tema.
— ¿Lo sabes? —preguntó arrugando el entrecejo.
 —Claro, todo el mundo lo sabe. “Ethan Hardee el gran jugador de baloncesto”. Eres popular ¿sabes?
—Pues... vagamente —dijo mirándose las uñas. Arqueé una ceja.
—Si quieres te apunto el grupo de WhatsApp de tus seguidoras, las tienes loquitas.
—Puede ser, llevo un tiempo sintiéndome observado.
No pude evitar soltar una carcajada.
DOMINGO POR LA MAÑANA.
Me dirigía al club para ver entrenar a Ethan, pues el día anterior habíamos quedado y no tenía intención de fallarle. Ya no me ponía nerviosa cuando estaba con él, ya que después de hablar en la terraza, salimos a dar una vuelta y habíamos cogido algo de confianza. Me caía bien ese chico.
De camino al club, decidí pasarme por la pista de skate para ver a Theo. Bajé las escaleras que daban a la plaza en la que se encontraba la pista y como había imaginado, allí estaba la pelirroja con un par de amigos y el skate en la mano. Libai no estaba con ellos. Me acerqué, y tras saludar a los demás, arrastré a Theo detrás de un árbol, para quitarme de encima la pegajosa mirada de Kyl.
—Fue a verte, ¿verdad?
— ¿Quién? —alcé una ceja, ella me miró y resopló— Sí. —sonreí para mis adentros.
—Muy bien. Sólo quería saber lo que debo hacer con mi tabla. De momento ella y la cabeza de tu novio, permanecerán intactas.
—No es mi nov...
—Hola.
Theo se puso muy recta, y miró directamente a un punto tras mi cabeza. Me di la vuelta para seguir su mirada, y me encontré con Libai.
— ¿Eso que lleva es tu gorro? —pregunté a Theo entre dientes.
—Sí —respondió ella en un susurro. Libai me miró.
—Yo me voy —dije sonriente. Theo me cogió la camiseta por detrás, pero yo me deshice de ella.
— ¿A dónde? —preguntó Theo mirándome suplicante.
—Por ahí, he quedado.
— ¿Con quién?
—Con... alguien. —dije mientras desaparecía detrás de un tubo, no sin antes guiñarle un ojo a Libai.
                                                                ***
Después de pasarme a saludar a Liu, que estaba mirando muy descaradamente a Cinbelin, la chica que estaba el otro día de camarera en el bar donde fuimos Theo y yo a comer (con Libai y Neithan), y la que va a nuestro instituto, que estaba sentada en una mesa con un chico, recorrí el laberinto que formaba el club hasta llegar a las canchas. Cuando entré, había un grupo de chicos metiendo tiros libres. Entre ellos, localicé una cabellera pelirroja. Tras ajustarme el pantalón vaquero corto, y la camiseta negra sin mangas que llevaba puestos, y rehacerme la coleta, me senté en las gradas a observar como jugaban.
Nadie se había dado cuenta de que yo estaba ahí sentada, hasta que un chico rubio de pelo largo, le dijo algo a Ethan que yo no pude oír, y éste miró en dirección a las gradas. Ethan le respondió algo, y vino hacia mí mientras los demás seguían jugando.
—Hola —dijo estirando el puño.
—Ethan —respondí chocándoselo.
— ¿Hace mucho que has llegado?
—No, acabo de llegar. Me he pasado antes a ver a tu hermana.
— ¿Tú sabes qué le pasa? Esta mañana estaba muy rara.
—Emm... cosas de Theo —respondí sin saber muy bien qué decir.
—Bueno, —hizo una pausa— ven, que te presento.
Bajé de la grada y, tras él, me acerqué al grupo que seguía jugando.
—Esta es Dreah —dijo cuando todos hubieron parado.
—Hola —saludé mirándolos a todos.
—Tú eres la surfera de la pelea del otro día ¿no? —preguntó un chico bajito de pelo negro y gafas.
—Sí, ¿y tú eres...?
—Zack, Zack el guapo para los amigos —todos rieron.
— Zack, mejor Zack. —dije mirándolo de arriba a abajo.
—Ya nos haremos amigos, no te preocupes. —reí sin poder evitarlo.
Todos se presentaron, y a petición de Ethan, nos dispusimos a jugar un partido en dos equipos de cuatro. A mí me tocó con Zack, Logan, y el rubio de antes que al parecer se llamaba Sacha.

Comenzó el partido. Al principio, jugaron suave para que yo pudiera seguirles el ritmo, pero después se picaron entre ellos y no había manera de alcanzarlos. Íbamos perdiendo treinta a treinta y dos, y yo ya no podía correr demasiado. Logan me pasó el balón, que yo ágilmente atrapé justo antes de que saliera del campo, estaba rodeada por los del otro equipo, así que me dispuse a tirar. La puerta de la cancha se abrió de golpe, pero yo no me di cuenta, y tiré con tal puntería que pasó limpio por el aro justo cuando Ethan, que estaba debajo de la canasta, se dio la vuelta para ver quién había entrado, de tal manera que el balón ante mi cara de espanto, rebotó contra su cara. El silenció fue tan absoluto que se escuchó rebotar el balón, tan solo acompañado por el repiqueteo de los tacones de Savannah, que entraba pisando fuerte.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Capítulo 10. Theo.





SÁBADO POR LA MAÑANA.
Bajé las escaleras sin ganas. Me había despertado temprano por voluntad propia, para ir a hacer skate sin necesidad de toparme con mi madre, pero cuando la oí mover platos y vasos en la planta inferior, me di cuenta de que la idea me había salido mal.
Ethan apareció en vestíbulo, y me miró sonriente. Iba vestido sólo con unos bóxers, y con su pecho lleno de pecas al aire. Me aseguré de que me viera poner cara de asco.
—Ponte algo —dije, lamentándome mientras llegaba a la cocina.
Me quité las legañas mientras me dejaba caer en uno de los taburetes de la barra, y levanté la vista hacia mi madre. Tenía su largo cabello pelirrojo cayéndole sobre los hombros, en vez de su usual moño, y entre los dedos tenía un vaso de zumo de naranja. Me sonrió, cosa que no me había hecho desde que tenía cinco años y dio un trago. Para mi sorpresa, no me reprendió por llevar un pijama tan poco femenino.
— ¿Pero qué os pasa a todos hoy, que estáis tan contentos?
De repente, alguien me cogió desde atrás y me levantó. Quise gritar, pero entonces me di cuenta de quién era.
— ¡Papá!
— ¡Theo!
Me di la vuelta y me abracé al cuello de mi padre. Respiré con fuerza, recordando el olor a colonia masculina que siempre llevaba, y reí cuando noté que comenzaba a dar vueltas sobre sí mismo.
— ¡Mi niña!
Cuando me dejó noté que yo era incapaz de dejar de sonreír. Mi padre era un hombre alto, de pelo rubio, y con unos enormes ojos verdes del mismo color de los de Ethan. Trabajaba como empresario, pero incluso cuando no estaba ajetreado o de viaje, solía vestir bastante bien. En ésos momentos llevaba unos tirantes negros sobre una camisa blanca de manga corta. Me revolvió el pelo sin dejar de sonreír.
— ¿Sigues haciendo skate? ¿Cómo te va todo? Oye, ¿y esa tirita? ¿Qué te ha pasado en la ceja?
— ¡Sh! —le chisté, mientras me llevaba el dedo índice en los labios y me ponía de puntillas para hablarle al oído— Me he peleado, pero no lo digas en alto que mamá no lo sabe.
— ¿Sigue siendo igual de cascarrabias contigo?
— ¡Evan! —le llamó la atención mi madre, pero sin dejar de sonreír— No soy cascarrabias, solo intento que nuestra hija sea una verdadera señorita.
—Déjala ser como sea. Porque a Ethan no le llamas la atención, ¿verdad?
Me encantaba estar con mi padre; principalmente porque era totalmente diferente a mi madre. Él era muy liberal, y solía tener siempre la mente abierta a nuevas ideas; y no es que mi madre no lo fuera, si no que ella esperaba demasiada cosas de mí.
Mi padre me guiñó un ojo mientras se sentaba a mi lado. Ethan apareció por el umbral de la puerta, aún semidesnudo.
—Ethan —dije, irguiéndome e imitando la voz de mi madre—;¿es de buena educación ir así por el hogar? ¡Vístete!
Mi padre rió, y mi madre puso los ojos en blanco. Cuando estaba con su marido las barreras de mujer estricta que solía llevar se despedazaban.
—Ésta noche voy a llevar a vuestra madre a cenar; así que os quedaréis solos gran parte de la noche. Eth, nada de fiestas. Theo, puedes decirle a Helen que si quiere quedarse a dormir.
Mi hermano chasqueó la lengua, y yo corrí escaleras arriba.
— ¡Gracias! —grité a medio camino.
Entré en mi buhardilla y rebusqué entre la ropa del suelo hasta dar con mi móvil. Lo desbloqueé y fui a marcar a Helen, cuando otro nombre parpadeó en la pantalla con la melodía de Ed Sheeran.
— ¿Si?
—Libs.
Callé unos instantes, intentado aparentar que estaba enfadada.
— ¿Theo? —su risa sonó desde el otro lado— ¿En serio no me hablas por lo de Dreah? ¡Oh, venga ya! Si tienes una amiga nueva.
—Ojalá se te rompa el skate y te comas toda la acera.
—Venga, T. ¿En serio me vas a tener rencor por eso? —su voz, enlatada por el teléfono, sonaba como si estuviera poniendo cara de cachorrito— ¿A mí? ¿A tu mejor amigo?
—Anda, ya. Cállate y dime qué quieres.
—Al parecer ésta noche hay fiesta en Monuns. Creo que va a ir todo el mundo; te apuntas, ¿no?
—Pues depende de lo que diga Helen. Es que ésta noche…
— ¡Por supuesto que voy! —sonó, la voz de Helen en el teléfono. Había llegado corriendo de algún lado, pues jadeaba— ¿Es que acaso lo dudabas? ¡A las nueve y media estoy en tu casa para vestirnos!
Libai volvió a recuperar el teléfono.
—Ya me he encargado de todo. ¡Nos vemos allí!
Y después colgó.
                                                                    ***
*Nueve y veinte de la noche. Casa de los Hardee*
La puerta se entreabrió ligeramente, de la manera delicada que solía caracterizar a mi padre. Levanté la vista de mi libro y vi su cabellera rubia aparecer tras el umbral. Le sonreí, para que pasara, y él cerró tras su espalda.
Llevaba un traje de chaqueta negra y pajarita blanca. Se había peinado con un poco de gomina hacia un lado, y estaba de lo más elegante.
— ¿Qué tal estoy? —me dijo, abriendo los brazos y dando una vuelta sobre sí mismo.
Levanté el dedo gordo en señal de aprobación y descrucé los pies, sentándome sobre la cama.
—Perfecto, papá.
—Estoy nervioso, ¿sabes? —caminó por la habitación y se sentó a mi lado— Como siempre estoy fuera, es como la primera cita de nuevo con tu madre.
Yo reí, y él miró los pósters de las paredes.
—Me quedaré dos semanas. Algún día podemos ir a la pista, ¿no?
Supongo que se me iluminó la cara. Mi padre, de pequeño, también se había dedicado al deporte del skate, cosa que me contó cuando decidí confesarle que yo lo practicaba, y de vez en cuando me enseñaba algunas fotos. Nunca habíamos podido ir juntos por su trabajo, y que me lo dijera me alegró.
—Claro, te prestaré alguno.
Su mirada se deslizó hasta el póster que tenía junto a la puerta. Era del tamaño de un folio, y me lo habían regalado los chicos por mi cumpleaños. En él se veía la silueta mía, junto a la de Libai, ambos en el aire en medio de una pirueta, con el sol cayendo a nuestra espalda. Arrugó el ceño.
— ¿Ése es el pequeñajo rubio que me presentaste hace unos años? ¿Aquel tan divertido, con aparatos?
–Sí, Libai. Pero papá, ya no es tan pequeñajo.
Él se levantó de la cama y sonrió de medio lado, tan pícaramente como su rostro fue capaz de expresar, y después se giró, caminando de espaldas hacia la puerta mientras bailaba estúpidamente.
—A Theo le gusta Libai…—canturreó tontamente—, Theo está enamorada…
Me puse en pie y lo arrastré hasta la puerta. Él soltó varias carcajadas y me dio un beso sobre la frente.
—Es broma, es broma. Pásalo bien ésta noche en ésa fiesta, ¿sí? Te quiero.
—Igualmente.
Mi padre desapareció por el pasillo, y antes de que pudiera cerrar la puerta, un remolino rubio saludó a mi padre y entró por el umbral.
—Me ha abierto tu hermano en calzoncillos —dijo, mientras tiraba su bolsa sobre mi cama—. Menos mal que nos tenemos confianza.
Sacó la ropa que iba a ponerse, la dejó a un lado, y abrió mi armario frunciendo el ceño.
—No te molestes, Helly. Los primeros pantalones, las Martens de abajo a la izquierda y una camisa cualquiera. Ya elegiré después el gorro.
Ella me miró, con los ojos abiertos de par en par y negó, haciendo que todas sus trabas brillaran.
—Nueva vestimenta —sacó del fondo del armario una prenda y me la tiró—; un vestido.
Lo abrí ante mí. La falda era de color vaquero, tenía cuello, y en el pecho era encaje blanco sobre la tela azul. Lo había comprado en un arrebato y nunca me lo había puesto.
—Oh, no. No. Sabes que somos incompatibles.
—Venga, Theo. Por favor. Por favor. Porfiporfiporfiporfi. Te quedaría genial.
—Necesito pantalones.
—Una sola noche, solo hoy.
Tras unos instantes de duda, puse los ojos en blanco y me quité la vieja camiseta de andar por casa para pasarme el vestido por la cabeza. Era extraño no tener nada que envolviera mis piernas, y en cada movimiento tenía que procurar que no se me viera la ropa interior. Helen asintió enérgicamente con una sonrisa en el rostro, y después se cambió ella con rapidez, poniéndose un vestido liso de color aguamarina, con un fino cinturón en la cadera. Me enfundé en mis Vans vaqueras y después agarré mi gorro de lana blanco, encajándolo como siempre en su sitio.
—Oh, debí imaginar que el gorro no podría omitirlo.
—Obvio —dije, sonriendo.
Salimos a la calle. Las farolas se habían encendido y emitían finos destellos sobre las carreteras. En unos minutos estuvimos frente al pub, donde Helen cogió aire y entró. Estaba lleno de gente, de rostros conocidos. Observé a Cinbelin, la chica que nos había atendido en el bar, a lo lejos, hablando con Eliot, el chico que parecía saberlo todo, con los ojos brillantes. Su primo estaba apoyado en una de las paredes del local, con el cuaderno de dibujo entre las manos. Savannah, para mi sorpresa estaba en el escenario, cantando mientras aferraba con ambas manos un micrófono “Valerie” de Amy Winehouse. Sonreí nada más reconocer la canción, y sonreí aún más cuando noté vibrar en mis venas su perfecta voz. Cerca de la mesa de bebidas estaban los surferos, y Dreah me saludó con un gesto de la cabeza, y Neithan con la mano. Les envié una sonrisa; y me percaté poco después de la presencia de mi hermano en una esquina de la sala. Kyl se acercó, con el resto del grupo. Cuando me vió me sostuvo por los hombros y comenzó a agitarme.
— ¿Theo? ¿¡Qué te han hecho!? ¡Llevas vestido!
Me deshice de sus manos y lo miré, reprimiendo una sonrisa.
—Última vez que me lo pongo, avisados quedáis. —eché una mirada al grupo, a sabiendas de que Marc, siempre pensando en los demás, estaría cogiendo las bebidas— ¿Y Libai?
Leo señaló con el dedo una esquina del pub. Abrió los ojos al ver lo que señalaba y después sonrió.
—Allí.
Efectivamente, allí estaba. Pero sus labios estaban con otra persona. Caitlin; la compañera de Savannah. Ahogué un grito cuando algo me retorció las entrañas. La música de ambiente que había en los descansos de la cantante se volvió molesta. Me volví al grupo, dándole la espalda a la escenita.
—Y bueno, eh… ¿dónde está Vincent?
Pero sólo yo parecí oírme. La voz me salió cortada. Leo y Kyl estaban de puntillas, intentando observar a la pareja. Helen ayudaba a Marc a traer las bebidas.
—¿Qué hacen?
–Creo que hablan. Pero, Kyl, no deberíamos vigilarlos.
Conseguí hacerme oír por encima del ruido de los aplausos.
—Yo, eh…Me tengo que ir. Decidle a mi hermano que me encuentro mal, por favor.
Comencé a correr, fuera de aquel lugar. Debía de ser sincera, pensé, mi mente podía decirme que no mil veces, pero lo sentimientos que me impulsaban a sentirme mal tras ver aquel beso, a salir corriendo de aquel lugar eran aplastantes. Sí que me gustaba. Me sequé con impaciencia las lágrimas del rostro y avancé sin rumbo.
Incluso inconscientemente, durante casi veinte minutos caminando acabé en el parque de skate. Siempre acababa allí. Me senté con impaciencia en el bowl, donde el día anterior aprendí a hacer nuevas piruetas. Me tapé con la melena rojiza el rostro y bajé el gorro hasta que me tapara los ojos. Sentía un odio estúpido hacia mi mejor amigo. Él era libre de hacer lo que quería, y lo sabía. Pero, entonces, ¿por qué me sentía como si me hubieran clavado un cuchillo en el corazón?
Oí pasos en mi espalda casi media hora más tarde, y después alguien que se sentaba a mi lado.
— ¿Theo?
Su voz hizo estremecerme. Asentí casi imperceptiblemente.
— ¿Qué haces aquí?
—Dreah me dijo que te persiguiera o partiría su tabla en mi cabeza. Y tú, ¿por qué estás sola?
No sabía si agradecerle a la surfera aquel gesto o no.
—No estoy sola, estoy conmigo misma —dije, bajito, para que no se me quebrara la voz.
Él rió, y me sentí estúpida por amar ésa risa.
— ¿No te has ido demasiado pronto?
—Sabes que no me gustan ése tipo de fiestas.
—Oh, vamos Theo. Dime qué te pasa; eres como mi hermana pequeña.
“Ése es el problema—pensé—, no quiero ser tu hermana pequeña. Ni mayor. No quiero ser tu hermana”
—Nada, ¿vale? Libai, déjame sola.
Por mi pelo no pude verle el rostro, pero sabía que estaba impaciente. Me colocó bien el gorro y me apartó el cabello del hombro derecho, para poder verme. Me sequé el rostro con rapidez.
—Theo. Dime.
—No pienso decírtelo. Largo.
— ¿Eh? ¡Llevas vestido!
—Ajá. Es algo normal entre las chicas, pero entiendo que no te hayas dado cuenta. Estabas ocupado en…otras cosas.
Él alzó una ceja. Observé, que como yo, llevaba un gorro blanco sobre el pelo rubio. Se había puesto una camisa con cuello verde y unos vaqueros de tubo.
— ¿A qué te refieres?
—A nada. ¡Largo!
—Pero, ¿he hecho algo? No puedo verte así. ¿Ha pasado algo en tu casa? ¿O en la fiesta…? —se detuvo— Es por lo de Caitlin, ¿verdad? ¿Es eso? —no contesté— Pues te aseguro que vino y me besó porque sí. Es algo…precipitada. La aparté inmediatamente.
—No seas egocéntrico, no es por ti. —mentira— No tienes que asegurarme nada porque lo que hagas o dejes de hacer con tus labios no me importa.
Él sonrió y bajo la noche sus aparatos brillaron.
—Te lo juro.
— ¡Libai! ¡Que me da igual!
Sin abandonar la sonrisa burlona me quitó el gorro y me puso el suyo. Sólo se diferenciaban porque el suyo era algo más caído hacia detrás, y sólo con tenerlo en la cabeza supe que era su favorito. Se colocó el mío y se levantó, con las manos en los bolsillos.
—Ahí tienes mi juramento. Además, Theo, deberías saber ya que mi corazón sólo pertenece a una pelirroja que hace skate. ¿Seguro que no has oído hablar de ella?
Después sonrió y se alejó silbando, dejándome sola con el corazón vibrando, mirando hacia las estrellas que comenzaban a aparecer en el cielo.

Theo.

martes, 20 de agosto de 2013

Capítulo 9. Savannah.



(http://www.polyvore.com/sk/set?id=79533207 Sábado por la mañana. Reunión con Curry)
(http://www.polyvore.com/sk/set?id=79408598 Sábado por la noche. Concierto)

SABADO POR LA MAÑANA.
—Sav, mira lo que he encontrado  —se sentó en una de las mesas redondas del comedor con un papel en la mano— Dice; “El sábado 15 “The Rock Hell” abrirá sus puertas para dar paso al concierto de despedida del verano, a las 19:30h. Empezaremos dando la nota. Te esperamos.” —leyó mientras yo comía. La miré— ¿Qué?, ¿no sería divertido? —dijo con una gran sonrisa—Deberíamos ir —lo dejó caer, sabía que se moría por estar allí.
—No sé si podré —limpie mis manos con una servilleta—, ésta tarde tengo una reunión; así que, si tengo actuación, creo que tendrás que ir con Kim —su cara se desencajó—. Lo siento. —me encogí de hombros en forma de disculpa.
—Pues —dijo indignada—, yo quería que fueras. —me miró— Va a ir mucha gente y... —calló al ver como un móvil sonaba a lo lejos.
—Espera.
Me levanté de la silla y fui en busca de mi teléfono que no paraba de sonar, miré la pantalla y resultaba ser un número desconocido.
—Knowels, pensé que no lo cogerías. —habló una voz masculina.
— ¿Que quieres, Jagger?
—Que poco tacto, ¿eh? —dijo indignado.
—Oliver... —dije en forma de advertencia.
—Vale, ahora en serio. Te llamaba para saber si esta noche actuabas en “Monuns”.
— ¿Que te importa? —alcé una de mis cejas aún sabiendo que no me vería.
—Oye, ¿te pasa algo? —dijo, confuso.
—Lo que me pasa eres tú —cruce mis brazos—, no me gustas ni un pelo, odio que me llames y que sepas de mi vida, Oliver.
—Hey, que solo te preguntaba —se defendió.
—Y yo te respondo, no te importa lo que haga o deje de hacer. Simplemente, déjame en paz. —colgué.
Camine hacia el comedor y vi a Caitlin bajar las escaleras con su mochila.
—Me voy —me abrazó— mamá necesita ayuda con la mudanza y Loran —reímos al recordar a su hermano pequeño—. Nos vemos esta noche.
Cerré la puerta con el pie mientras comía del tazón de leche y cereales, encendí la tele mientras revisaba mi teléfono. En ése momento, una pequeña niña de ojos marrones con un peluche estropajoso bostezaba frente a mí.

—Uf —tapé mi nariz—, ¿sabes lo que es un cepillo de dientes? —pregunté asqueada.
— ¿Es eso con lo que mamá me lava los dientes? —preguntó mi hermana.
—Exacto —rió.
—Pues entonces si sé lo que es —asintió con la cabeza— el mío es rosa. —reí al ver su cara.
— ¿Sabes si mamá está despierta? —pregunté, andando hasta la cocina.
—No. —dijo, hipnotizada por los dibujos animados.
—Mamá —entré en su habitación—, me voy, llegaré tarde así que no me esperes. —dije, cerrando la puerta.
— ¡Savannah! —gritó desde el otro lado— ¿A dónde vas?
—Por ahí. —me encogí de hombros mientras bajaba las escaleras— Adiós, Bicho. –dije, cuando pasé por el salón camino a la puerta de salida.
—Adiós, Savi.
                                                               ***
Levanté un poco mi falda y entré en mi deportivo. Avril Lavinge sonaba mientras le daba la quinta calada a mi cigarrillo. Cuando esté se acabo lo tiré al suelo y entré en un pequeño restaurante.
—Señorita Knowels —estiró su mano. La acepte.
—Ronall —sonreí.
Mientras Ronall Curry hablaba, observe mi entorno. Habían unas pocas mesas vacías mientras que otras las ocupaban un gran grupo de personas; al lado nuestro pude divisar una pareja, más allá una familia y en una pequeña esquina un chico tomando un café.
La tarde pasó realmente rápida entre tanto contrato y papeleo, finalmente, nos despedimos y quedamos en llamarnos otra vez, por ahora, había firmado con una de las mejores discográficas de LA.

9:30 DE LA NOCHE. HORAS ANTES DE LA ACTUACIÓN.
“¿Puedes venir y te arreglas aquí? No sé que ponerme y necesito ayuda. Xoxo” Enviar. Caitlin en menos de 20 minutos ya estaba tocando el timbre.
—Y bueno, esto es lo que tengo. —me encogí de hombros sentándome en una montaña de ropa.
— ¿Y te parece poco? —dijo con asombro— ¿no tenías nada pensado?
—Sí, este vestido con estos zapatos.
—Yo creo que van bien —sonrió— pero el vestido es muy corto, Sav. —agregó.
—Mejor —reí pícaramente y entré en el baño.

Después de peinarme y vestirme, empezamos a ordenar todo ese desastre.
—Tengo algo que decirte —dijo mientras yo me ponía el abrigo largo y ella recogía las pinturas— esta noche pienso besar a Libai. —soltó de sopetón.
—Estás loca, ¿verdad? —la mire por el reflejo del espejo— Ni lo sueñes, Caitlin —di media vuelta— Libai, es como... el chico perfecto pero intocable —expliqué. Una sonrisa traviesa salió de su boca— No harás nada, ¿verdad? —le dije seriamente— Por favor.
—Ya veremos —y salió por la puerta de mi habitación.
                                                                 ***
“Well sometimes I go out by myself
And I look across the water
And I think of all the things what you're doing
And in my head I make a picture”
Cantaba mientras Dann tocaba la guitarra a mi lado, todo el Pub estaba abarrotado y ya había visto algunas caras conocidas, al parecer, todo el instituto estaba aquí.

Cuando terminé la canción y tuve un descanso para beber agua, bajé por atrás e intenté buscar a Cait. Pasé por medio de la gente hasta llegar al fondo de la sala donde pude divisar a mi amiga besándose con alguien. Al acercarme un poco más, pude ver esos aparatos que me resultaban muy familiares. No lo podía creer, Caitlin estaba besando a Libai.

Capítulo 8. Cinbelin.





JUEVES POR LA TARDE.

—Becka, bajo la luz del sol que cubre el horizonte en este bello atardecer, estas más bella que nunca, no obstante creo que la luz de la luna te haría a un más hermosa. —dijo Marck mientras le tomaba de la mano y se la besaba.
Todos observamos a Marck atónitos. Era esa clase de chico que ligaría hasta con una piedra, si esta llevara peluca y ropa de chica. Realmente nunca había tenido novia, siempre le daban calabazas y lo más sorprendente, nunca parecía molesto.
—Esto…Marck —comenzó a decir Becka entre risas—, aun no ha empezado a atardecer.
Todos nos reímos, mientras Marck abría los ojos como platos.
-Pues nada, Bec, ya la has cagado.
El entrenamiento había terminado apenas unos minutos, los primeros días no solía ser tan duro, se limitaba a dar toques y a observar a los nuevos jugadores. En el equipo masculino el nivel exigido por su entrenador para entrar era auténticamente alto, por lo cual no había ninguna incorporación nueva. En cambio el nivel de nuestra entrenadora era muy bajo, para así dar más oportunidades a las estudiantes de ingresar, así que se nos unió una chica llamada Cris.
Cris era una chica bastante mona, la conocía de primaria, era esa clase de chicas que lo darían todo por conseguir su sueño, nunca supe que le gustaba el fútbol hasta ese día.
Según termino el entrenamiento el grupo se había reunido en las gradas, para charlas un rato antes de irnos a los vestuarios. Elisa estaba sentada en el césped, junto a Fran y Fragg. En el primer escalón de las gradas Becka y Marck. En el segundo nos encontrábamos Eliot a mi derecha de pie y yo.
— ¡TENGO DOS NOTICIAS!— gritó Elisa observando la pantalla de su móvil atenta.
—Una buena y una mala, ¿no? —preguntó Eliot mientras se dejaba caer sudoroso a mi lado.
—Pues no, listo. Pero si quieres busco una.
—Bueno, bueno dinos de que se tratan. —dijo Becka.
Elisa se levantó del césped, se limpio el uniforme con la mano que tenía libre y luego dijo:
—La buena —miró a Eliot con una sonrisa enigmática—, que me han cambiado de puesto y soy la portera. —todos gritamos y aplaudimos, siempre había deseado ser portera. —La neutra, es que mañana hay una “pelea” entre los surferos y los skaters; me han mandado un WhatsApp para ir a mirar. se encogió de hombros y luego rápidamente añadió: —La mala es que como Eliot no se duche pronto todos moriremos intoxicados por ese aroma que desprende.
—Y que lo digas, Elisa. Me tiene mareada.  —comenté mientras me reía.
—Creo que deberíamos asistir a esa especie de pelea, sería divertido.
—comentó Fran.
—Sí. —dijimos todos a unísono.
—Frente a la pista de los skaters , por favor. Sería genial. —dijo Marck.
Todos asentimos.
Dicho esto cada uno partió a su vestuario correspondiente para darse una ducha y volver a casa.


VIERNES.
Todos nos habíamos reunido frente a la pista de skate como habíamos decidido. Fragg observaba atontado a una chica que cabalgaba sobre una ola con mucho estilo, Dylan que también me había decidido venir, me comentó que la chica se llamaba Prim, ambos compartían clase de pintura hace dos año.
—Fragg se te cae la baba, chico. —dijo Elisa ofreciéndole un pañuelo.
—Está muy buena. —dijo este sin hacerle caso a Elisa.
— ¿Qué dices tío? La rubia con mala leche está mucho mejor y que sea de tan mala hostia enamora. —comentó Fran al cual le llegó una colleja de Becka.
—Idiotas. —Becka, se giró en busca de Marck.
Marck estaba de espaldas a la playa, tenía la vista clavada en los skaters, durante toda la competición no se giro ni tan siquiera para ver los trucos de los surferos.
No supe cómo se formo, pero de repente observe como Theo la skater pelirroja alzaba su mano hacía la mejilla de una muchacha rubia. Cuando decidimos marcharnos Dylan me había dicho el nombre la muchacha: Dreah.
Eliot, Dylan y yo habíamos abandonado todo aquello por distintos motivos: ninguno estaba a gusto viendo como se pelaban y teníamos que partir a un pequeño local de la playa llamado Panteón.
Panteón era una caseta de madera bastante amplia de color verde, decorada con conchas y algas dibujadas a mano por Dylan un par de años más atrás. Las ventanas impecables y amplias con vistas a la playa junto a la buena decoración del interior hacían que comer dentro fuera impresionante. Mientras tanto si decidías comer fuera, en la terraza le decoración de limitaba a un par de sillas y mesas con sombrillas. Era un lugar de buena calidad y barato.
El padre de Eliot, mi jefe y dueño de Panteón era un hombre muy gracioso y con unas manos para la cocina increíble, su comida era para chuparse los dedos.
Una vez dentro los tres saludaos al señor Ross con educación: Eliot ocupo su respectivo puesto detrás de la barra, Dylan se sentó en una mesa con su cuaderno de dibujo, yo me puse mi delantal y cogí una libreta que guarde en el bolsillo trasero de mi vaquero.
Salí a la terraza para poner el cartel de “abierto”  y me encontré una imagen desconcertante: Las chicas de la pelea, Theo y Dreah, sentadas en la misma mesa, una frente a la otra con la mirada apartada.
—Y os quedáis quietitas. —comentó un chico rubio.
—Cierto, tenéis que hablar sobre el tema de pegar a todo Dios. —añadió otro chico.
Ambos sentados en una mesa cercana a la de las chicas. Algo me decía que no estaban allí sentadas por voluntad propia, daba la sensación de que ninguna estaba a gusto en compañía de la otra. Me acerqué temerosa, por si acaso les daba por pegarse otra vez.
— ¿Os tomo nota?—sonreí.
—Yo tomaré un bocadillo de jamón y queso a la plancha, el queso muy fundido y para beber un Nestea de melocotón. —dijo Dreah sin tan si quiera mirarme, tenía la mirada perdida en el mar.
—Para mí una hamburguesa normal y una Coca-Cola.
Una vez apunté todo me acerque hacía los chicos con la intención de apuntar su pedido, pero pronto Neithan, al cual conocía por mi clase de música del año pasado se encargo de hacer que me ahorrara el viaje.
—No vamos a tomar nada, gracias.
Asentí y fui directa a la cocina.
Pronto los pedidos estuvieron listos, para mi sorpresa mientras los depositaba en mesa observe que ambas chicas sonreían y hablaban entre sí, no de esa manera amistosa, más bien como un último remedio.
— ¡Un momento! —Eliot salió del interior del chiringuito y en
un minuto se puso a mi lado. —Este es tu Nestea, Dreah. Ese es de limón.
Quité el otro Nestea y lo deposite en la bandeja.
— ¡Eh, tú eres Theodora! —Eliot miró a la chica pelirroja. —Tú hermano es Ethan, el ligón del instituto y para colmo estrella del equipo de baloncesto. ¿Qué se siente viviendo con él? Tiene que molar. Te compraste una tabla nueva, ¿eh?
—Oye, tío, me estas asustando. —declaró la chica entre risas.
Eliot solía saber un poco sobre todo el mundo, no en gran cantidad, pero si la suficiente para asustar a alguien. Por lo general rara vez se guardaba lo que sabía, era más de compartir.
Agarre a Eliot del brazo y lo arrastre hasta el interior del chiringuito, aún nos quedaba tres largas horas y Savannah aparecía por la puerta.



Cinbelin.

jueves, 27 de junio de 2013

Capítulo 7. Dreah.

                                          

VIERNES.
El labio ya no me sangraba. Me chupé con la punta de la lengua la herida que me había hecho Theo al darme el puñetazo.
— ¿Te duele? —preguntó Awa inclinándose para mirarlo mejor.
— No. No ha sido nada.
— ¿¡Que no ha sido nada!? —gritó Neithan— Si no te llego a coger, le podrías haber hecho mucho daño —dijo, señalando su brazo.
—Joder Nethan, lo siento. — examiné la marca de mis dientes que aún llevaba grabada. Le mordí cuando me retuvo para que no le pegase otra vez a Theo— Y además empezó ella.
Eso ya lo sé, pero a saber lo que le harías para que te pegase.
—Te lo diría, pero me volvería a pegar, —dije recostando la cabeza sobre las piernas de Prim, que estaba sentada detrás de mí— pero si tú quieres...
—Mejor déjalo, podría escucharte —Nethan miró a un punto que yo no logré ver, al estar tumbada.
— ¿Qué? —pregunté incorporándome. Seguí la dirección de las miradas de todos los que me rodeaban, y alcancé a ver a Theo que se acercaba a nosotros.
— ¿Podría hablar contigo? —preguntó dirigiéndose a mí.
Intercambié miradas con el resto del grupo, que asintió casi imperceptiblemente.
—Imagino que sí —respondí levantándome y sacudiéndome la arena de los vaqueros cortos que llevaba puestos. Me calcé las chanclas, y salí del círculo en el que estaba.
Caminamos en silencio hasta un grupo de palmeras que nos daban sombra.
Me apoyé en un tronco, y con pereza esperé a que comenzase a hablar. Tras un momento de silencio incómodo, le lancé una mirada inquisitiva.
—Mmm... —comenzó Theo. Alcé una ceja— ¿qué tal va tu labio? —preguntó incómoda.
—Igual que tu ceja —respondí tajante.
—Entonces, supongo que bien.
Asentí. Otro momento de silencio.
— ¿Algo más? —pregunté incorporándome del tronco.
—No. Ha sido un placer.
—Igualmente —dije comenzando a caminar.
— ¡Como digas algo te mato! — la oí gritar a mis espaldas.
—Tranquila, —me giré y le guiñé un ojo— tu secreto está a salvo conmigo, pero vigila tus bragas, no vaya a ser que te delaten.
No llegué a oír lo que me respondía, pues aceleré el paso, no me interesaba lo que tuviera que decirme.
— ¿Qué vais a hacer? —pregunté cuando llegué con los demás, y los vi a todos en bañador.
—Vamos a darnos un baño, ¿te apuntas?—preguntó Prim.
—Claro. — comencé a quitarme el pantalón— ¿Y Nethan?
—Ni idea, se fue con Libai después de que te marchases con Theo —dijo Min.
— ¿Libai? —pregunté descolocada.
—Sí, nosotros tampoco tenemos ni idea.
Me quité la camiseta aun pensando en Libai y Nei
than, la dejé caer sobre la arena, y me metí con los demás en el agua. En cuanto entré, Lee y Prim se lanzaron a por mí, y me metieron bajo el agua en un intento de ahogarme, pero en cuanto les pellizqué, se apartaron dejándome salir.
— ¡Dreah! —fue lo primero que oí cuando saqué la cabeza del agua. Miré hacia el lugar de donde venía la voz, y descubrí a Neithan esperándome en la orilla.
— ¿Qué pasa? —pregunté saliendo del agua.
—Ven, tenemos que hablar.
Miré interrogante a los demás, que se encogieron de hombros y nos siguieron con la mirada. En cuanto me acerqué, Neithan me lanzó una toalla, y se agachó a recoger mi ropa y mi tabla.
Vamos.
—Pero, ¿qué pasa? —pregunté negándome a caminar.
—Tú ven conmigo, ahora te lo explico. —arqueé una ceja— Ven — agregó, cogiéndome por la muñeca.
—Vale, vale, ya voy. ¡Suéltame!
Neithan comenzó a caminar, y yo le seguí en silencio mientras me secaba con la toalla.
Llegamos a la zona de los chiringuitos y los vestuarios, y tras haberme puesto la ropa, me guio hasta el almacén que teníamos alquilado los surferos para guardar las tablas y nuestras cosas cuando nos hacía falta. La puerta estaba abierta.
—Entra.
Obedecí con recelo.
—Hola —me saludó Libai nada más entrar. Se apartó y vi a Theo en una esquina con cara de no entender nada.
—Saluda a Theo, no seas maleducada —me dijo Neithan mientras me empujaba hacia ella por la espalda.
Me di la vuelta dispuesta a pegarle, pero él ya estaba fuera con Libai, y tras un golpe sordo, se cerró la puerta. Theo y yo nos miramos espantadas.
— ¡NEITHAN! —grité dirigiéndome a la puerta— ¿SE PUEDE SABER QUÉ HACES?
Theo se unió a mí.
— ¡Libai, abre la puerta! ¡LIBAI!
—Lo siento chicas, —fue el skater quién habló— no podemos.
— ¿¡Como que no puedes!? —chilló Theo.
—Chicas, — dijo Neithan— relajaos, no saldréis de ahí hasta que os llevéis bien.
— ¿¡Que dices, idiota!? ¡ABRE LA PUERTA!
—No, es cosa vuestra.
—Nunca podré llevarme bien con... ésta —dijo Theo.
— ¿Ésta? —pregunté indignada.
— ¿Ah, no? —preguntó Libai a través de la puerta— Pues ya no eres de los skaters.
Theo palideció tanto que sus ojos parecían esmeraldas incrustadas en su rostro.
— ¿Cómo?
—Lo que oyes.
— ¡Neithan! —grité, desesperada.
—Tú lo mismo, —dijo en tono serio— hasta que os llevéis bien, no estás con los surferos.
— ¡No me puedes amenazar con eso!
—Ja, que no, dice.
—Vosotras veréis —dijo Libai— os dejamos.
— ¡Libai! —gritó Theo— Cuando salga de aquí, te mato. Y sabes que cumplo mis promesas.
—Te quiero —dijo Neithan.
— ¡IMBÉCIL! —gritamos las dos.
Y... se fueron. Sin mirar a Theo, me senté pegada a la pared, en una esquina de la amplia habitación, entonces vacía. Theo hizo lo propio en la esquina opuesta.
Pasaron veinte minutos, y ninguna nos habíamos movido de nuestro sitio.
— ¿Siempre sois así? —preguntó Theo rompiendo el silencio.
— ¿Quiénes?
—Neithan y tú.
— ¿Así, cómo?
— ¿Siempre os peleáis?
—Mmm... sí, pero nunca es en serio, lo que pase cuando salgamos, será una excepción.
—Voy a matar a Libai.
— ¿Los enterramos juntos?
Theo hizo un amago de sonreír.
—Vale. Por cierto, ¿tú sabías que se conocían?
—No, ¿se conocen?
—No lo sé, pero no creo que se hayan puesto de acuerdo para esto, y no se conozcan, si no ¿qué les importaría que nos llevemos mal?
—Ni idea.
Se encogió de hombros.
— ¿Nos llevamos mal? —pregunté al cabo de un momento
Es decir, no somos amigas, pero tampoco nos ha dado tiempo, nos hemos pegado hace un rato.
A ver, no me caes mal, pero...
¿Pero?
—Te considero un poquitito – hizo un gesto con la mano – engreída.
Arqueé las cejas.
—Soy engreída porque puedo— dije echándome el pelo hacia atrás. Theo me lanzó una mirada asesina— Es broma, es broma. Es que si no, no sería yo.
—Creo que lo que menos me gusta de ti, es eso de que pareces perfecta desde todos los ángulos. Me resulta exactamente igual a como mi madre siempre ha querido que fuera.
—Ya veo. No puedo cambiar, pero lo tendré en cuenta de todas formas.
—Gracias. ¿Y yo?
— ¿Tú, qué?
— ¿Tienes algo que decir de mí?
—Pues no lo tenía pensado, pero si insistes...
—Mentirosa.
—Vale, vale. Libai
— ¿Libai?
—Estás loca perdida por él.
Theo se colocó bien el gorro de lana que llevaba, incómoda.
—Eso ya me lo habías dicho.
—Ya, lo que quiero decir es que se lo digas.
—No.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué sí?
—Pero...
—De surferos.
Era la voz de Neithan que se acercaba a la puerta.
—Que es de skaters —el otro era Libai.
—Que no, te digo que Hurley es una marca de surferos.
—Qué pesado eres, de skaters.
Se escuchó ruido de llaves. Neithan abrió la puerta y aparecieron los dos tras ella.
— ¿Vosotras qué pensáis, chic...? —Theo y yo ya estábamos frente a ellos, y nuestras manos volaron hacia sus caras.


Dreah.

viernes, 17 de mayo de 2013

Capítulo 6. Theo.



JUEVES POR LA TARDE.
Miré a mí alrededor. Con el móvil aún en la mano me bajé del skate y busqué con la mirada. En la pantalla del aparato aún estaba el texto reciente que nos había enviado a todos Libai, que decía simple y llanamente que nos reuniéramos cuanto antes en el parque. Para ser sinceros, me había librado de una gran montaña de deberes de geografía, y de la común charla con mi madre de “eres una señorita y no debes ni vestir ni actuar así porque…”. Muerte asegurada. A lo lejos divisé a Helen meneando la cabeza al ritmo de la música que le llegaba de los cascos, subida en su monopatín. Detrás de ella iba el resto, cada uno ocupado en una tarea diferente. Me dejé caer sin ganas en uno de los bancos, evitando leer las inscripciones malsonantes.
—Tenemos pique —dijo a las claras Vincent cuando dejó caer toda su masa corporal a mi lado.
Helen, que aún estaba retirando la música se le quedó mirando con cara de pocos amigos.
—Lo que has oído, Helly. —Libai se sentó en el suelo, con aire despreocupado— Hoy ha venido uno de los surferos y me ha tomado bastante el pelo. Ha dicho que no somos capaces de ganarles. Mañana en la playa, ya sabéis. Hay una pista de bastante altura. Los machacaremos —acto seguido, guiñó un ojo color manzana.
Helen resopló.
—Acabas de meter a todo el grupo en un marrón por tus tonterías.
—No son mis tonterías. Insultó en general.
Libai se giró para buscar la aprobación de Leo, pero éste estaba escondido tras su mata marrón canela de pelo, arreglando una de las ruedas de su destrozado skate.
—A mí me da igual —dije, mientras me recostaba hacia detrás— es sólo un pique, ¿no? Hemos pasado por muchos más antes.
—Muy bien, Theo. —Libai sonrió y la fina línea de sus aparatos brilló— ¿Votos a favor?
Todos excepto Helen levantamos la mano. Alcé una ceja, pues Helen era la chica más competitiva que había conocido en mi vida. Aun así, estaba enfurruñada y con los brazos cruzados.
—Bueno, si no quieres no participes, Helly. Pero vas a dejar a todos con las ganas de ver tu estupendo kickflip.
Todos reímos, incluida ella. Libai sabía usar bastante bien el chantaje emocional. Ella, media resentida levantó poco a poco la mano.
VIERNES.
Durante las clases, no cesaba de recibir papelitos en mi pupitre. A todas horas y en todas las clases. Unos provenían del asiento de detrás al mío, el de Libai, que no dejaba de repetir que ganaríamos. De los sobrantes, unos pocos eran de surferos amenazando, y otros, de gente que me comunicaba que apostaba por nosotros.
Estaba claro que no había ninguna presión.
A la hora de la salida, tenía un conjunto de cosas en la cabeza que se mezclaban entre sí. La formulación del señor Rase se juntaba con las palabras de ánimo de mis compañeros. Era frustrante.
Cuando llegamos, apenas dos horas después me quedé muda de asombro.
—Esto está lleno —oí decir a alguien.
Tenía la mente en otra parte, en otra parte llamada Ethan. Mi hermano me había dicho que iría a ver la competición, como posiblemente medio Santa Mónica, lo que quería decir que tenía que hacerlo bien sí o sí, o aguantar sus burlas hasta el fin de los tiempos.
Tragué saliva. El espacio de asfalto que había entre la arena y la rampa estaba lleno de gente. A rebosar. Pasamos entre todos ellos como pudimos y subimos a la plataforma, desde donde podíamos ver a todo el mundo. Era un día soleado, de ésos que los que más apetece en el mundo es tomarse un buen helado frío. A lo lejos y en bañador vimos acercarse a nuestros “enemigos” temporales, que se acercaban arrastrando las tablas. Apreté con fuerza la punta de mi skate y me retiré el pelo hacia detrás.
Según dijo la voz de un chico por un megáfono, la competición era sencilla. Por parejas, un surfista y un skater hacían ambos una pirueta, y el que mejor lo hiciera ganaba un punto. Un turno por cada pareja y una sola ronda. Por lo tanto, el máximo eran cinco puntos.
Ellos se acercaron y dejaron las tablas en el borde del camino, Cuando se subieron para acercarse a nosotros la mayoría de gente ovacionó. Querían pelea. Yo no. Me quedé frente a frente con Dreah, una joven rubia de puntas azules, enfundada en un bikini de mismo color. Me miró de arriba abajo, e hizo que me cohibiera.
—La quiero a ella —dijimos ambas a la vez.
El que parecía ser el líder de ellos, un chico moreno de pelo rubio nos miró durante unos instantes.
—Seréis las últimas.
La competición se desarrolló con buenas piruetas, tanto en tierra como en mar. Íbamos bastante igualados hasta que un chico llamado Lee se cayó de la tabla a causa de la corriente. Eso eran puntos a nuestro favor. Delante de Dreah y de mí, los penúltimos, eran Libai y el chico que nos había hablado antes, que se llamaba Neithan. Mi contrincante se acercó mientras me colocaba el casco sobre el gorro de lana.
— ¿Asustada? —murmuró.
— ¿Por si te dejo mucho en ridículo? Tranquila, sé controlarme.
Sus ojos, de un suave azul, llamearon.
— ¿Te crees buena?
—Soy buena en lo que hago.
—Será porque tienes miedo de quedar mal delante de él.
Arrugué el entrecejo. ¿Él?
—Oh, vamos. —continúo mientras se examinaba sus cutículas— ¿Acaso crees que no me he dado cuenta? Babeas.
— ¿De quién hablas?
—De ése tal Libai, Theodora. Se te caen las bragas.
Intenté omitir una carcajada tapándome la boca con la mano. ¿Libai? ¡Pero si era como mi hermano!
—Uy, sí. Estoy que no veas. Las perdí antes, ¿podrías avisarme si las encuentras?
Antes de que pudiera contestarme nos llamaron. Sin darme cuenta habían dejado caer sobre mí el punto definitivo, íbamos 2-2. Dreah se acercó a la arena, recogió su tabla y comenzó a nadar mar adentro. Una ola de tamaño considerable se alzó, y ella la cabalgó durante unos instantes hasta que ésta se disolvió entre espuma. Era buena. Una enorme tanda de aplausos llenó el aire. Sin mirarla me acerqué a mi skate, lo puse de lado, y empujando uno de los extremos hice que diera una vuelta sobre sí mismo antes de que pudiera subirme encima. Después, comencé a impulsarme de un lado a otro del tubo, buscando el momento perfecto. Cuando éste llegó, salte en el aire, elevé la tabla conmigo y permití que diera varias vueltas antes de que cayéramos juntos.
Me detuve lentamente, con el corazón martilleándome en el pecho. El chico que hacía de árbitro levantó la mano hacia nuestro lado. Habíamos ganado.
Grité de emoción y lejos, oí decir a Vincent que teníamos que ir a comer a algún lado todos juntos.
—Felicidades.
Una chica menuda estaba justo al lado de Savannah, —la cual me miraba con cara impasible— y me sonreía, pero no sabía si era de forma burlona o de real alegría. Sin encontrar contestación asentí con la cabeza y me di media vuelta. Y allí encontré a Dreah, empapada y con el pelo chorreando. Bajé un poco mis pantalones y me levanté la camisa, dejando ver el borde de mi ropa interior. “Creo que no están perdidas” vocalicé. Me fui a acercar a felicitarla cuando su boca se abrió.
—Estúpida.
— ¿Qué has dicho? —pregunté, estupefacta.
—Estúpida —repitió. Después sonrió malévolamente y gritó— Tal vez todo el mundo debería saber que estás ena…
 Antes de poder darme cuenta mi mano había volado hacia su mejilla. Le había dado un tortazo. La palma me picaba; abrí la boca para disculparme cuando noté que su puño me golpeaba una ceja y que algo caliente comenzaba a manar de ella. Le devolví el golpe sin mirar, y le atestó en el labio. Tenía los nudillos manchados de rojo. Cuando me preparé para recibir el siguiente golpe algo tiró de mí hacia detrás, haciendo que Dreah golpeara el vacío.
— ¡LIBAI! —grité, sin necesidad de mirarlo para saber que era él— ¡LIBAI, SUÉLTAME O…! ¡O…! ¡LIBAI, SUÉLTAME!
Comencé a patalear y a intentar darle en la espinilla o en cualquier parte dolorosa, pero me agarraba con fuerza. El chico con el que Libai había competido agarraba a Dreah, y hasta lo que alcancé ver le había mordido la mano. Mi opresor me arrastro fuera de la multitud, cargando conmigo con un solo brazo, y con el otro llevando los monopatines de ambos. Nos escondimos detrás de la pared de un chiringuito de playa. Me dejó en el suelo y soltó los skates. Puso ambas manos junto a mi rostro, pegadas a la pared. Me era imposible escapar.
— ¿Qué…ha sido eso?
Sus ojos brillaban. Me crucé de brazos y miré al suelo.
—Se ha metido conmigo.
— ¿¡Y ése es motivo para pegarle!?
—Oh, perdone, su majestad el pacífico. No me digas qué es un motivo y qué no. Estamos aquí por tu culpa.
Él retiró las manos y me miró a los ojos. Durante unos instantes estuvo serio, y hubiera jurado que me atravesaba con la mirada, pero de repente comenzó a reír.
— ¡Deberías haberte visto! Le alcanzaste con fuerza, Theo.
Poco a poco me fue contagiando la risa. Apoyé la cabeza en la fría pared de detrás y cerré los ojos.
—Tampoco habrá sido para tanto.
—No, qué va. Sólo te has roto una ceja —desabrochó mi caso, el cual había olvidado por completo y dejó las correas colgando a ambos lados de mi barbilla. Cogió de su mochila un paquete de tiritas blancas, me limpió la sangre seca y después me la puso— ¿Qué es lo que te dijo?
No podía saberlo. Simplemente sentía que no podía contárselo.
—Tonterías —murmuré.
—Deberías ir a disculparte.
Intenté encarnar una ceja, pero sólo lo sabía con la dolorida. Suspiré.
—No, no debería. Ella me insultó.
—Y tú atestaste el primer golpe, así que, camina. Que no se nos conozca por maleducados.
—Libai…No me hagas pasar ésa vergüenza.
—Yo la he pasado miles de veces, y te aseguro que no es para tanto.
Me miraba con suspicacia. Puse los ojos en blanco.
—Voy.
Me abrí paso entre la multitud, intentando pasar desapercibida, cosa que no resultó nada fácil. La gente se abría ante mi paso como el Mar Negro. Crucé la playa corriendo evitando miradas cuando llegué a donde estaba Dreah; en medio de un círculo formado por todos los surferos. Noté vistazos agrios en mí, pero me dediqué a jugar con un mechón de pelo.
—Esto… ¿Dreah?
La aludida asintió. Tenía el labio hinchado.
— ¿Sí?
— ¿Podemos…hablar?
Miro a su alrededor.
—Supongo que sí.


Theo.