Libai ya se había marchado tras Theo cuando
esta se fue al ver como Caitlin besaba a Libai. Lo que no vio fue como este la
separaba, pero supuse que ya se encargaría él de decírselo.
Estaba sentada en un pequeño sillón en una
esquina del pub observando distraída a los que bailaban. Neithan había intentado
convencerme para que bailase, pero yo no soy de las que bailan, y como Theo no
estaba para hacerme compañía, no tenía otra cosa mejor que hacer que mirar a
los demás mientras escuchaba la potente voz de Savannah que aún cantaba sobre
el escenario. Hacía mucho calor ahí dentro, así que tras recolocarme el
vestido, salí a la pequeña terraza del pub.
Una agradable brisa fría me refrescó en cuanto
salí. Me senté en el borde de una estrecha jardinera repleta de plantas, que
daba al paseo marítimo.
—Hola —me sorprendió una voz detrás de mí.
Me giré despacio, y para mi sorpresa, me
encontré con Ethan, el hermano mayor de Theo. Iba vestido con unos vaqueros
verdes, Vans negras, y una camisa blanca.
—Hola —respondí poniéndome de pie.
—Eres Dreah, ¿me equivoco?
—No. Tú eres... Ethan, el hermano mayor de
Theo, y no me equivoco. —respondí segura, sin querer ser cortante. Se le escapó
una fugaz sonrisa.
—Y tú, le partiste la ceja a mi hermana, y tampoco
me equivoco —dijo dejando entrever una hilera de perfectos dientes blancos.
—Mmm....Yo...
—susurré sin palabras. Él soltó una carcajada.
—No te avergüences, si es que mi hermanita tiene
unas cosas. Por cierto, ¿sabes dónde
está?
—Ha surgido un... imprevisto —respondí
vacilante.
—Bueno, se las arreglará sola.
—Sí —dije mirándo al suelo.
—Me han dicho que surfeas, —asentí con la
cabeza y parte del pelo me tapó la cara— y que eres buena.
—Supongo —respondí agradeciendo que el pelo me tapase
para que no viera que me estaba poniendo roja. Me odié por comportarme así, estaba
perdiendo facultades.
—Yo hago baloncesto.
—Lo sé —dije levantando la cabeza, contenta
por poder cambiar de tema.
— ¿Lo sabes? —preguntó arrugando el entrecejo.
—Claro,
todo el mundo lo sabe. “Ethan Hardee el gran jugador de baloncesto”. Eres popular
¿sabes?
—Pues... vagamente —dijo mirándose las uñas.
Arqueé una ceja.
—Si quieres te apunto el grupo de WhatsApp de tus
seguidoras, las tienes loquitas.
—Puede ser, llevo un tiempo sintiéndome
observado.
No pude evitar soltar una carcajada.
DOMINGO POR
LA MAÑANA.
Me dirigía al club para ver entrenar a Ethan,
pues el día anterior habíamos quedado y no tenía intención de fallarle. Ya no
me ponía nerviosa cuando estaba con él, ya que después de hablar en la terraza,
salimos a dar una vuelta y habíamos cogido algo de confianza. Me caía bien ese
chico.
De camino al club, decidí pasarme por la pista
de skate para ver a Theo. Bajé las escaleras que daban a la plaza en la que se
encontraba la pista y como había imaginado, allí estaba la pelirroja con un par
de amigos y el skate en la mano. Libai no estaba con ellos. Me acerqué, y tras
saludar a los demás, arrastré a Theo detrás de un árbol, para quitarme de encima
la pegajosa mirada de Kyl.
—Fue a verte, ¿verdad?
— ¿Quién? —alcé una ceja, ella me miró y
resopló— Sí. —sonreí para mis adentros.
—Muy bien. Sólo quería saber lo que debo hacer
con mi tabla. De momento ella y la cabeza de tu novio, permanecerán intactas.
—No es mi nov...
—Hola.
Theo se puso muy recta, y miró directamente a
un punto tras mi cabeza. Me di la vuelta para seguir su mirada, y me encontré
con Libai.
— ¿Eso que lleva es tu gorro? —pregunté a Theo
entre dientes.
—Sí —respondió ella en un susurro. Libai me
miró.
—Yo me voy —dije sonriente. Theo me cogió la
camiseta por detrás, pero yo me deshice de ella.
— ¿A dónde? —preguntó Theo mirándome
suplicante.
—Por ahí, he quedado.
— ¿Con quién?
—Con... alguien. —dije mientras desaparecía
detrás de un tubo, no sin antes guiñarle un ojo a Libai.
***
Después de pasarme a saludar a Liu, que estaba
mirando muy descaradamente a Cinbelin, la chica que estaba el otro día de
camarera en el bar donde fuimos Theo y yo a comer (con Libai y Neithan), y la
que va a nuestro instituto, que estaba sentada en una mesa con un chico,
recorrí el laberinto que formaba el club hasta llegar a las canchas. Cuando
entré, había un grupo de chicos metiendo tiros libres. Entre ellos, localicé
una cabellera pelirroja. Tras ajustarme el pantalón vaquero corto, y la
camiseta negra sin mangas que llevaba puestos, y rehacerme la coleta, me senté
en las gradas a observar como jugaban.
Nadie se había dado cuenta de que yo estaba
ahí sentada, hasta que un chico rubio de pelo largo, le dijo algo a Ethan que
yo no pude oír, y éste miró en dirección a las gradas. Ethan le respondió algo,
y vino hacia mí mientras los demás seguían jugando.
—Hola —dijo estirando el puño.
—Ethan —respondí chocándoselo.
— ¿Hace mucho que has llegado?
—No, acabo de llegar. Me he pasado antes a ver
a tu hermana.
— ¿Tú sabes qué le pasa? Esta mañana estaba
muy rara.
—Emm... cosas de Theo —respondí sin saber muy
bien qué decir.
—Bueno, —hizo una pausa— ven, que te presento.
Bajé de la grada y, tras él, me acerqué al
grupo que seguía jugando.
—Esta es Dreah —dijo cuando todos hubieron
parado.
—Hola —saludé mirándolos a todos.
—Tú eres la surfera de la pelea del otro día
¿no? —preguntó un chico bajito de pelo negro y gafas.
—Sí, ¿y tú eres...?
—Zack, Zack el guapo para los amigos —todos
rieron.
— Zack, mejor Zack. —dije mirándolo de arriba
a abajo.
—Ya nos haremos amigos, no te preocupes. —reí
sin poder evitarlo.
Todos se presentaron, y a petición de Ethan,
nos dispusimos a jugar un partido en dos equipos de cuatro. A mí me tocó con
Zack, Logan, y el rubio de antes que al parecer se llamaba Sacha.
Comenzó el partido. Al principio, jugaron
suave para que yo pudiera seguirles el ritmo, pero después se picaron entre
ellos y no había manera de alcanzarlos. Íbamos perdiendo treinta a treinta y
dos, y yo ya no podía correr demasiado. Logan me pasó el balón, que yo ágilmente
atrapé justo antes de que saliera del campo, estaba rodeada por los del otro
equipo, así que me dispuse a tirar. La puerta de la cancha se abrió de golpe,
pero yo no me di cuenta, y tiré con tal puntería que pasó limpio por el aro
justo cuando Ethan, que estaba debajo de la canasta, se dio la vuelta para ver
quién había entrado, de tal manera que el balón ante mi cara de espanto, rebotó
contra su cara. El silenció fue tan absoluto que se escuchó rebotar el balón,
tan solo acompañado por el repiqueteo de los tacones de Savannah, que entraba
pisando fuerte.