viernes, 17 de mayo de 2013

Capítulo 6. Theo.



JUEVES POR LA TARDE.
Miré a mí alrededor. Con el móvil aún en la mano me bajé del skate y busqué con la mirada. En la pantalla del aparato aún estaba el texto reciente que nos había enviado a todos Libai, que decía simple y llanamente que nos reuniéramos cuanto antes en el parque. Para ser sinceros, me había librado de una gran montaña de deberes de geografía, y de la común charla con mi madre de “eres una señorita y no debes ni vestir ni actuar así porque…”. Muerte asegurada. A lo lejos divisé a Helen meneando la cabeza al ritmo de la música que le llegaba de los cascos, subida en su monopatín. Detrás de ella iba el resto, cada uno ocupado en una tarea diferente. Me dejé caer sin ganas en uno de los bancos, evitando leer las inscripciones malsonantes.
—Tenemos pique —dijo a las claras Vincent cuando dejó caer toda su masa corporal a mi lado.
Helen, que aún estaba retirando la música se le quedó mirando con cara de pocos amigos.
—Lo que has oído, Helly. —Libai se sentó en el suelo, con aire despreocupado— Hoy ha venido uno de los surferos y me ha tomado bastante el pelo. Ha dicho que no somos capaces de ganarles. Mañana en la playa, ya sabéis. Hay una pista de bastante altura. Los machacaremos —acto seguido, guiñó un ojo color manzana.
Helen resopló.
—Acabas de meter a todo el grupo en un marrón por tus tonterías.
—No son mis tonterías. Insultó en general.
Libai se giró para buscar la aprobación de Leo, pero éste estaba escondido tras su mata marrón canela de pelo, arreglando una de las ruedas de su destrozado skate.
—A mí me da igual —dije, mientras me recostaba hacia detrás— es sólo un pique, ¿no? Hemos pasado por muchos más antes.
—Muy bien, Theo. —Libai sonrió y la fina línea de sus aparatos brilló— ¿Votos a favor?
Todos excepto Helen levantamos la mano. Alcé una ceja, pues Helen era la chica más competitiva que había conocido en mi vida. Aun así, estaba enfurruñada y con los brazos cruzados.
—Bueno, si no quieres no participes, Helly. Pero vas a dejar a todos con las ganas de ver tu estupendo kickflip.
Todos reímos, incluida ella. Libai sabía usar bastante bien el chantaje emocional. Ella, media resentida levantó poco a poco la mano.
VIERNES.
Durante las clases, no cesaba de recibir papelitos en mi pupitre. A todas horas y en todas las clases. Unos provenían del asiento de detrás al mío, el de Libai, que no dejaba de repetir que ganaríamos. De los sobrantes, unos pocos eran de surferos amenazando, y otros, de gente que me comunicaba que apostaba por nosotros.
Estaba claro que no había ninguna presión.
A la hora de la salida, tenía un conjunto de cosas en la cabeza que se mezclaban entre sí. La formulación del señor Rase se juntaba con las palabras de ánimo de mis compañeros. Era frustrante.
Cuando llegamos, apenas dos horas después me quedé muda de asombro.
—Esto está lleno —oí decir a alguien.
Tenía la mente en otra parte, en otra parte llamada Ethan. Mi hermano me había dicho que iría a ver la competición, como posiblemente medio Santa Mónica, lo que quería decir que tenía que hacerlo bien sí o sí, o aguantar sus burlas hasta el fin de los tiempos.
Tragué saliva. El espacio de asfalto que había entre la arena y la rampa estaba lleno de gente. A rebosar. Pasamos entre todos ellos como pudimos y subimos a la plataforma, desde donde podíamos ver a todo el mundo. Era un día soleado, de ésos que los que más apetece en el mundo es tomarse un buen helado frío. A lo lejos y en bañador vimos acercarse a nuestros “enemigos” temporales, que se acercaban arrastrando las tablas. Apreté con fuerza la punta de mi skate y me retiré el pelo hacia detrás.
Según dijo la voz de un chico por un megáfono, la competición era sencilla. Por parejas, un surfista y un skater hacían ambos una pirueta, y el que mejor lo hiciera ganaba un punto. Un turno por cada pareja y una sola ronda. Por lo tanto, el máximo eran cinco puntos.
Ellos se acercaron y dejaron las tablas en el borde del camino, Cuando se subieron para acercarse a nosotros la mayoría de gente ovacionó. Querían pelea. Yo no. Me quedé frente a frente con Dreah, una joven rubia de puntas azules, enfundada en un bikini de mismo color. Me miró de arriba abajo, e hizo que me cohibiera.
—La quiero a ella —dijimos ambas a la vez.
El que parecía ser el líder de ellos, un chico moreno de pelo rubio nos miró durante unos instantes.
—Seréis las últimas.
La competición se desarrolló con buenas piruetas, tanto en tierra como en mar. Íbamos bastante igualados hasta que un chico llamado Lee se cayó de la tabla a causa de la corriente. Eso eran puntos a nuestro favor. Delante de Dreah y de mí, los penúltimos, eran Libai y el chico que nos había hablado antes, que se llamaba Neithan. Mi contrincante se acercó mientras me colocaba el casco sobre el gorro de lana.
— ¿Asustada? —murmuró.
— ¿Por si te dejo mucho en ridículo? Tranquila, sé controlarme.
Sus ojos, de un suave azul, llamearon.
— ¿Te crees buena?
—Soy buena en lo que hago.
—Será porque tienes miedo de quedar mal delante de él.
Arrugué el entrecejo. ¿Él?
—Oh, vamos. —continúo mientras se examinaba sus cutículas— ¿Acaso crees que no me he dado cuenta? Babeas.
— ¿De quién hablas?
—De ése tal Libai, Theodora. Se te caen las bragas.
Intenté omitir una carcajada tapándome la boca con la mano. ¿Libai? ¡Pero si era como mi hermano!
—Uy, sí. Estoy que no veas. Las perdí antes, ¿podrías avisarme si las encuentras?
Antes de que pudiera contestarme nos llamaron. Sin darme cuenta habían dejado caer sobre mí el punto definitivo, íbamos 2-2. Dreah se acercó a la arena, recogió su tabla y comenzó a nadar mar adentro. Una ola de tamaño considerable se alzó, y ella la cabalgó durante unos instantes hasta que ésta se disolvió entre espuma. Era buena. Una enorme tanda de aplausos llenó el aire. Sin mirarla me acerqué a mi skate, lo puse de lado, y empujando uno de los extremos hice que diera una vuelta sobre sí mismo antes de que pudiera subirme encima. Después, comencé a impulsarme de un lado a otro del tubo, buscando el momento perfecto. Cuando éste llegó, salte en el aire, elevé la tabla conmigo y permití que diera varias vueltas antes de que cayéramos juntos.
Me detuve lentamente, con el corazón martilleándome en el pecho. El chico que hacía de árbitro levantó la mano hacia nuestro lado. Habíamos ganado.
Grité de emoción y lejos, oí decir a Vincent que teníamos que ir a comer a algún lado todos juntos.
—Felicidades.
Una chica menuda estaba justo al lado de Savannah, —la cual me miraba con cara impasible— y me sonreía, pero no sabía si era de forma burlona o de real alegría. Sin encontrar contestación asentí con la cabeza y me di media vuelta. Y allí encontré a Dreah, empapada y con el pelo chorreando. Bajé un poco mis pantalones y me levanté la camisa, dejando ver el borde de mi ropa interior. “Creo que no están perdidas” vocalicé. Me fui a acercar a felicitarla cuando su boca se abrió.
—Estúpida.
— ¿Qué has dicho? —pregunté, estupefacta.
—Estúpida —repitió. Después sonrió malévolamente y gritó— Tal vez todo el mundo debería saber que estás ena…
 Antes de poder darme cuenta mi mano había volado hacia su mejilla. Le había dado un tortazo. La palma me picaba; abrí la boca para disculparme cuando noté que su puño me golpeaba una ceja y que algo caliente comenzaba a manar de ella. Le devolví el golpe sin mirar, y le atestó en el labio. Tenía los nudillos manchados de rojo. Cuando me preparé para recibir el siguiente golpe algo tiró de mí hacia detrás, haciendo que Dreah golpeara el vacío.
— ¡LIBAI! —grité, sin necesidad de mirarlo para saber que era él— ¡LIBAI, SUÉLTAME O…! ¡O…! ¡LIBAI, SUÉLTAME!
Comencé a patalear y a intentar darle en la espinilla o en cualquier parte dolorosa, pero me agarraba con fuerza. El chico con el que Libai había competido agarraba a Dreah, y hasta lo que alcancé ver le había mordido la mano. Mi opresor me arrastro fuera de la multitud, cargando conmigo con un solo brazo, y con el otro llevando los monopatines de ambos. Nos escondimos detrás de la pared de un chiringuito de playa. Me dejó en el suelo y soltó los skates. Puso ambas manos junto a mi rostro, pegadas a la pared. Me era imposible escapar.
— ¿Qué…ha sido eso?
Sus ojos brillaban. Me crucé de brazos y miré al suelo.
—Se ha metido conmigo.
— ¿¡Y ése es motivo para pegarle!?
—Oh, perdone, su majestad el pacífico. No me digas qué es un motivo y qué no. Estamos aquí por tu culpa.
Él retiró las manos y me miró a los ojos. Durante unos instantes estuvo serio, y hubiera jurado que me atravesaba con la mirada, pero de repente comenzó a reír.
— ¡Deberías haberte visto! Le alcanzaste con fuerza, Theo.
Poco a poco me fue contagiando la risa. Apoyé la cabeza en la fría pared de detrás y cerré los ojos.
—Tampoco habrá sido para tanto.
—No, qué va. Sólo te has roto una ceja —desabrochó mi caso, el cual había olvidado por completo y dejó las correas colgando a ambos lados de mi barbilla. Cogió de su mochila un paquete de tiritas blancas, me limpió la sangre seca y después me la puso— ¿Qué es lo que te dijo?
No podía saberlo. Simplemente sentía que no podía contárselo.
—Tonterías —murmuré.
—Deberías ir a disculparte.
Intenté encarnar una ceja, pero sólo lo sabía con la dolorida. Suspiré.
—No, no debería. Ella me insultó.
—Y tú atestaste el primer golpe, así que, camina. Que no se nos conozca por maleducados.
—Libai…No me hagas pasar ésa vergüenza.
—Yo la he pasado miles de veces, y te aseguro que no es para tanto.
Me miraba con suspicacia. Puse los ojos en blanco.
—Voy.
Me abrí paso entre la multitud, intentando pasar desapercibida, cosa que no resultó nada fácil. La gente se abría ante mi paso como el Mar Negro. Crucé la playa corriendo evitando miradas cuando llegué a donde estaba Dreah; en medio de un círculo formado por todos los surferos. Noté vistazos agrios en mí, pero me dediqué a jugar con un mechón de pelo.
—Esto… ¿Dreah?
La aludida asintió. Tenía el labio hinchado.
— ¿Sí?
— ¿Podemos…hablar?
Miro a su alrededor.
—Supongo que sí.


Theo.

Capítulo 5. Savannah.



JUEVES POR LA TARDE.
—El otro día estaba en Facebook y me habían invitado a una página, ¿sabes de quién era? —los ojos de Chris brillaban bajo el sol del parque. Moví mi cabeza de un lado al otro — tuya.
—¿Mía? —reí.— Mis fans son los mejores —en mi boca se formó una pequeña sonrisa.
—Aún no entiendo porque no te persiguen una jauría de paparazzis buscando las mejores fotos sobre ti —los dientes de Chris salieron de su escondite acompañado de una sonrisa.
—No soy una famosa de ese tipo, Christian —aclaré. Él rió. Idiota.— Solo soy conocida en el estado de LA, aún me queda mucho camino y no sé si lo completaré —acomodé mis gafas de sol.

Macklemore sonaba en mi coche mientras llevaba a Chris a casa. Amaba pasar tiempo con él, era como mi botón de desconectar de todo y ser yo misma, cosa que nunca pasaba.


—Bueno, ya me contarás como va el comienzo del curso —dijo ya fuera del coche— Te llamo. —Me avisó al caminar hacia su portón.


Dejé las llaves en la entrada y cerré la puerta. Al fin ya estaba en casa.


—¿Savannah? —oí a mi madre desde la cocina.
—¿Qué?
—Han llamado de Jagger SL han dicho que si se podrían poner en contacto contigo —dijo esta mientras secaba unos vasos.
—¿Jagger SL? —Entro la bicho desde el salón— Es la discografía más conocida de LA —informó.
—El caso es que me han dado esto —me dio un papel donde había escrita una ristra de números— Dicen que por favor llames y preguntes por Oliver Jagger necesitan hablar contigo —se encogió de hombros.
—Oh dios mío. —la bicho sonreía con emoción. Niñata.— ¿Oliver Jagger? —Preguntaba— ¡Oliver Jagger! —Se respondía ella misma.
—Chis, calla. —observe el papel que me había dado mi madre. ¿Discográfica? Interesante.

Google. Imágenes. Oliver Jagger. Mandíbula fina y muy bien tallada, ojos color turquesa y tez morena, pelo rubio caramelo y rebelde, en pocas palabras; Ricachón de cuarta.
Busque mis botas bajo mi cama (http://www.polyvore.com/sin_t%C3%ADtulo/set?id=72603271) y fui a por el teléfono de casa, cerré con seguro la puerta de mi habitación y marqué el número del papel.

—Oficina de Oliver Jagger, ¿Qué desea? —Una señora mayor con un chicle en la boca rumiando como una vaca sonaba por el teléfono.
—Em, sí. Soy Savannah Knowels. —anuncié— preguntaba por Oliver.
—El señor Jagger no se encuentra en este momento. Además, tendrías que coger una cita si quiere hablar con él. —informó.
—Muy bien, si puede cójame una cita. —mi voz esta vez sonó dura— El Viernes a las 16:20
—Okey, buenas tardes. —Colgué.

                                                               ***
—¿Oliver Jagger? —Caitlin se dio la vuelta en la toalla de playa — ¿y para que crees que te habrá llamado? Y también, ¿Dónde te habrá encontrado?
—Cait, en las redes sociales se mueve mucha información.
—Supongo que sí. —miró a las personas que pasan por la orilla— Dios, cada día está más bueno —se mordió el labio inferior.
—¿Quién? —mire donde Caitlin señalaba.
—Él, Libai. —hablaba mientras este hacia un giro con su tabla.
—No está mal. —hice una mueca— pero los hay mejores. —di una vuelta en la toalla.
—Lo dices porque aún no has abandonado tu obsesión por los rubios desde que tenías 10 años, maja.
—Libai es rubio y no me gusta. —levanté mi ceja.
—Tu sabes a que rubios me refiero. —y me picó su ojo izquierdo. Yo reí.

 VIERNES POR LA TARDE.
(http://www.polyvore.com/savannah/set?id=77337801) Mis tacones retumbaban en la recepción del edificio haciendo que la gente pose su mirada en mi, me coloqué el bolso y fui hacia la chica pelirroja que había detrás del mostrador, según su placa; Lelly me atendería.

—Buenas. —sus ojos me miraron— vengo con cita para ver al señor Jagger. —una de mis sonrisas falsas apareció en mi cara.
—¿Savannah Knowels? —miraba los papeles encima de la mesa, yo asentí con la cabeza— Eres menor de edad, no puedes pasar. Lo siento.
—Estas de coña, ¿no? —reí irónicamente.
—¿Perdón? —la pelirroja abrió la boca en forma de O— Mire señorita, no la puedo dejar pasar ya que... —corrí escaleras arriba—¡oye, vuelve aquí!

Doblé una esquina y en el pasillo de esta, al fondo, había una puerta, seguí con mi maratón y entre, cerré y me apoye en la puerta con los ojos cerrados. No podía respirar.
—¿En casa no te han enseñado nunca a tocar antes de entrar? —Abrí mis ojos y vi al tío más bueno que… ¡Savannah, controlate!.
—Lo siento mucho de verdad. —solté mi bolso y me senté en una de las sillas que había enfrente de su mesa— ¿te puedes creer que por ser menor de edad no puedo ver a un tal Chaquer o Juager? Me quedan 2 meses para cumplir los 17 —encendí mi cigarro y le di una calada— alucinante.
—Jagger, señorita, Jagger. —se acomodó la corbata— Oiga, aquí está prohibido fumar —apagó mi cigarrillo en un vaso de agua— y por cierto, señorita Knowels, Soy el señor Jagger, Oliver Jagger —sonrió a medias y estiro su mano. La acepté.— Buena carrera desde recepción, ¿no? —río levemente.
—Já, muy gracioso. —lo miré con asco— ¿Usted como sabe eso?
—Digamos que las cámaras de seguridad te delataron. —señalo a una de estas colgada en la pared— normalmente, llamaría a seguridad. —tenía la piel de gallina— pero no lo haré —el aire volvió a mis pulmones.
—Vaya, gracias. —sonreí.

Fijándome bien, Oliver no pasaba de los 25 años, el ricachón de cuarta estaba muchísimo más bueno de lo que pensaba.

—¿Y a que se dio tu llamada el Lunes? —pregunté después de un pequeño silencio— y lo más importante, ¿De dónde encontraste mi número? —volví a ser la arisca de siempre.
—Primero, te llame porque vi un anuncio en el periódico donde anunciaban que ibas a dar un concierto en la playa el 22 de Septiembre, así que fui y vi como actuaste. —explicó— y Segundo, no es muy difícil encontrar tu número de teléfono, teniendo en cuenta de que soy Oliver Jagger. —se dejo caer en el respaldo de mi silla orgulloso de si mismo.
—Oh, perdone señor majestad. —hice una reverencia— ¿También quieres que te tire pétalos de flores a cada paso que des? —sonreí cínicamente— Me importa una mierda quien seas. —me apoye en su mesa. “Oli” no quitaba sus ojos de los míos— Quiero que me respondas, si eres tan amable.—me senté otra vez.
—Omitiendo tu arrebato de inmadurez adolescente. —¿Inmadurez? Gilipollas.— Me he puesto en contacto contigo porque quiero que trabajes con mi empresa. —fruncí mi ceño— me refiero a que nosotros te pondremos un manager, equipo de vestuario… Si tú firmas con Jagger SL.
—¿Manager? Solo actúo los fines de semana y la contabilidad y el papeleo lo llevo yo misma, además el vestuario forma parte de mi propio estilo. —cogí mi bolso y me puse las gafas de sol.
—¿Y ya está? ¿ni te lo piensas ni nada? —se levanto de su escritorio indignado— te pagaré muy bien. —me detuve—¿Qué pasa? —dijo al mirar mi cara.
—Me lo suponía. —aparté mis gafas— Canto porque es lo que me gusta hacer, aún estoy cursando el instituto y no tendría tiempo para acabar mi formación porque le esté patrocinando al niño su empresita. —escupí con rabia.
—Entonces, ¿eso es un no?
—¿Eres tonto? —me acerque a él.
—Vale, vale. —levanto sus manos dando pasos hacia atrás.
—Normal que sigas sin tener mujer. —abrí la puerta.
—¿Tu como sabes eso? —me miró cabreado.
—No es tan difícil saber sobre ti teniendo en cuenta de que soy Savannah Knowels. —imité su voz— Buenas tardes. —y cerré de un portazo. Viejo Amargado.


Baje las escaleras hacia el parking y encontré mi coche. Subí a todo volumen Paramore y me perdí en la carreta californiana.

                                                            ***


—¿Sabes? Hoy hay competición de Skaters y surferos. —caminábamos por la arena en bikini (http://www.polyvore.com/savannah/set?id=77403297)—
—¿Y a quienes vamos a ver? —pregunte picarona.
—Me lo pones difícil. —pensó, yo reí— iremos a ver a los Skaters.


Nos pusimos de pie alrededor de las rampas y tubos metálicos. Encontré a Libai y su grupo, entre ellos Theo que ya estaba preparada para salir.
Después de tantos giros y piruetas, se decidió el campeón, en este caso la campeona; Theodora.


—Felicidades. —le dijo Caitlin, ella solo se limitó asentir con su cabeza y a dar una vuelta sobre sí misma para marcharse.
—Estúpida. —escupió Dreah detrás nuestra. Todo el mundo la miró.
—¿Qué has dicho? —La ganadora se giró.
—Estúpida. —dejo su tabla en la arena— ¿Algún problema? —se acerco a ella.


Los pelos mojados de Dreah volaron rebeldes al recibir un tortazo de Theo, la surfera le dio un puñetazo haciendo sangrar su ceja izquierda… ¡PELEA! ¡PELEA!



Savannah.

Capítulo 4. Cinbelin.


MARTES POR LA NOCHE.
Las tres Barbies—dije, mientras Dylan se dejaba caer en el sofá de piel como si estuviera muerto.
— ¿Eh?
—Eleonor, Isly y Suzei.
Dylan me miró confuso.
—Sigo sin entenderte.
—Son los nombres de nuestras primas, ya sabes, ésas que vienen a vivir con la abuela. ¿Te suenan ahora?
—Vagamente. Me son indiferentes.
Hablaba en tono cortante, lo que, tal y cómo yo sabía, significaba que se sentía cohibido.
—Pero son nuestras primas; y deben de ser unas chicas encantadoras. O eso dice la abuela.
—Seguro que exagera, siempre lo hace.
Se acostó en el sillón, con los brazos cruzados bajo la cabeza.
Me encontraba sentada en el suelo frente a un pequeño baúl lleno de mil y un discos de gran buena música, que, como no, era compartida con mi primo. Ambos sentíamos un amor incondicional por el rock.
— ¿Sabes?, he pensado que podríamos enseñarles el instituto y tal vez puedas hacer amigos a la vez que ellas, ya sabes…
— ¿Por qué no lo dejas de una vez? —inquiso Dylan, secamente— Si quisiera tener amigos los tendría. Deja de organizar mi vida, Cinbelin.
—Vale, está bien. No necesitas ayuda. —seguí buscando dentro del baúl, cual no parecía tener fin.
—Y además, ¿qué vamos a decir? —continuó Dylan, a quién ya nadie podía parar— Bienvenida al peor lugar del mundo, el instituto. Aquellas tías con uniformes de números y sudaderas, son amigas de Cinbelin. Ah, y aquella esquina del patio es mi sitio. Aquí todos pasan de todos. Es un lugar genial.
—Bueno, tampoco eso, hombre. Luego te quejas de las exageraciones de la abuela-
Suspiré y miré a mi primo, que en ése justo momento quedó iluminado por un par de rayos de la puesta de sol que se colaba por la ventana. Contemplándole así, uno pensaría que es un tío de ésos normales, que no ha estado toda su vida aislado del mundo, Su hermoso pelo era tan oscuro como el mío, gran parte de la familia lo  tenía oscuro como la noche. Sus ojos eran de un hermoso verde esmeralda, nítidos y vivaces, y lucía una piel blanca como la porcelana. Sin embargo, no era de ésos tipos que eran solicitados por todas las chicas. Todo lo contrario, para las chicas era el ejemplo de chico que no debería existir.
La soledad de su vida lo había vuelto un poco arisco, pero no dejábamos de ser familia, y en el fondo era un encanto.
Dylan se levantó sonriendo al ver que buscaba un disco para poner música.
— ¡EVANESCENCE! —gritó, mientras me lanzaba un cojín que me golpeaba en la cabeza.
— ¡BLACK VEIL BRIDES! —protesté, devolviéndole el cojín.
—En ése caso, por favor: Perfect Weapon.
—Su petición ha sido acertada.
Metí el disco en el reproductor y subí el volumen al treinta, el nivel perfecto para escuchar el grito de Andy Sixx al principio de la canción.
En cuanto escucho el grito comencé a saltar mientras movía el pelo de lado a lado.
—Vamos, Dylan. Diviértete.
—Bueno…esto no saldrá de aquí.
Dylan se quitó su chaqueta de color verde, dejando a la vista una camiseta blanca con una estrella dorada que reconocí.
Caminó hasta llegar a mí y ambos empezamos a cantar a pleno pulmón mientras agitábamos la cabeza de un lado a otro.
—The liars cheating. Our hearts breaking, go! —canté, mientras cogía el mando de la tele para usarlo a modo de micrófono.
—GO! —me hizo Dylan los coros.
Pronto nuestra divertida actuación privada se arruinó. En la puerta apareció un chico de pelo rubio, tirando a pelirrojo, de grandes ojos color manzana. Eliot, el defensa estrella del equipo masculino de fútbol y mi mejor amigo. Nos miraba de forma extraña. Ambos paramos en seguida de hacer el tonto, algo avergonzados.
Dylan fue directo a para la música sin decirle nada a Eliot, en cambio yo me acerqué a él y le choqué los cinco con energía.
—Se te ha olvidado, ¿a que sí? —dijo, mientras miraba  Dylan, por encima del hombro— ¿Es Dylna? —me miró confundido— Éste verano ha cambiado mucho.
—Sí, es Dylan. ¿Qué se supone que se me olvida?
—Última puesta de sol del verano, primer día de clase…
Me acordé al oír sus palabras.
—Lo siento, de verdad. Un despiste. —me giré para mirar a Dylan, quien ya se había puesto de nuevo su chaqueta— Me voy con los chicos, te quiero. Volveré pronto.
Eliot y yo comenzamos a correr por el pasillo que llevaba a la salida. Cuando pasamos por la salida, ambos paramos y entramos.
—Abu, voy a salir. Vuelvo en seguida. —me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla.
—Vale —se giró para mirar a Eliot, al cual le lanzó un paquete de galletas.
—Gracias, yaya —dijo Eliot sonriente.
Mi abuela era como si fuera la abuela de todos mis amigos; de ahí que mi amigo la llamara “yaya”.
Salí de la cocina rápidamente, tras mí, Eliot.
Pronto estuvimos en la playa, pues la casa de mi abuela estaba si quiera a dos pasos.
El olor del mar me llegó de golpe, sonreí al notar como mis pies se hundían en la arena dorada.
Cerca de la orilla se encontraba mi pequeño grupo de amigos: Jade, Marck, Fran, Fragg, y Elisa.
Todos sentados en la arena en fila, contemplando la puesta de sol. Eliot y yo nos acercamos en silencio y nos sentamos donde pudimos.
—Bueno, se acabó, cuando el sol desaparezca, todo habrá acabado. —suspiró Fragg— Adiós a mi verano amado.
—Yo estoy lista —contestó Jade, mientras se arreglaba la trenza rubia—, tengo pensado hasta qué ropa me pondré, la maleta que llevaré y el peinado de los próximos cuatro días.
—Vaya, así el resto parecemos vagos —dijo Eliot.
Todos reímos ante su comentario.
—No digas eso, Eliot. Tú has entrenado día y noche todo el verano. Si se nota y todo —sonreí mientras le revolvía el pelo—No diría que eso es hacer el vago.
—Bueno, ponerse en forma no es que sea flipante…Pero me gusta salir a correr por la mañana.
Marck se levantó de la arena con una agilidad increíble y se puso frente a nosotros. Su ropa estaba llena de arena.
—Yo no he malgastado mi verano; me he pasado todo el tiempo practicando esto —sacó un balón de su maleta, y todos le miramos atentos. Marck dio dos toques, luego lo golpeó con la rodilla, finalmente le da un golpe con la cabeza y cuando menos se lo esperaba, al darse cuenta, el balón estaba en el suelo. Todos comenzamos a reírnos a pleno pulmón. Era típico de Marck que le pasaran ésas cosas.
—Vale…Sí lo he malgastado —cogió el balón y se sentó de nuevo.
Cuando el único ruido que se oía era el de las olas rompiendo en la orilla, el sol desapareció lentamente tras el mar. Nos levantamos, nos despedimos y nos  deseamos suerte para el primer día de clase.
MIÉRCOLES
La ventana abierta dio paso al señor sol, sus rayos me hicieron despertar suavizando mi rostro con la calidez de su luz. Mis ojos se abrieron poco a poco admirando al ser más idiota que existía en la Tierra; sus ojos verdes estaban fijos en mí. Un desfile de pensamientos andaban por mi mente, aun medio dormida.
<<Primer día de instituto, emocionante ¿eh?>>pensé
La verdad es que no tenía nervios por el hecho de que comenzarán las clases de nuevo, todo lo contrario estaba tranquila. Aventuras nuevas y gente nueva llegaría a mi vida.
Dylan estaba sentado en los pies de mi cama con los pies cruzados. Tenía el pelo húmedo y desprendía un olor a colonia bastante agradable.
— ¿A qué se debe esta visita mañanera?— dije mientras me estiraba aun tumbada.
—Nada con importancia.
Me levantó de la cama, mis pies hicieron contacto con el suelo frio, motivo por el que se me
erizo la piel, pero no me pare a ponerme las zapatillas de andar por casa, así que seguí caminando hasta llegar a mi armario.
Abrí las puertas y empecé a buscar que ponerme, mientras Dylan tarareaba una canción.
—No mires voy a cambiarme.
—Vale. —Dylan se quedó sentado mirando a la cama, sin tan siquiera pensar en mirarme.
Jamás miraría a ninguna chica, su vergüenza la prohibía hasta tocarlas, a no ser que fueras de su familia Dylan no te tocaría. Así que el sentido de que le dijera eso era una tontería, pero mejor prevenir que curar.
Miré los vaqueros desgastados que tenía en mis manos y el suéter de color negro de Los Ramones que tenía en mis manos. Eso estaría bien para el primer día.
Me vestí en un abrir y cerrar de ojos. Seguidamente me puse mis zapatillas amarillas, para darle algo de color al conjunto y me cepillé el pelo.
—Ya.
— ¿Qué te has puesto?
Terminé de cepillarme el pelo y me lo recogí en una larga coleta bien alta y apretada. Dylan se giró y me observó.
—Suéter, vaqueros y zapatillas.
—Veo que tienes en mente variar tu estilo. —ambos nos reímos— Nuestras primas han llegado.
— ¿Cómo son?
—Muy rosas.
— ¿En serio? ¡Tengo que ir a verlas ahora mismo!
Simplemente salí corriendo del cuarto. Bajé las escaleras rápidamente hasta llegar al salón, allí vi a tres chicas y a mi abuela.
—Eleonor. —mi abuela la miró— Isly y Suzei.
Las tres chicas estaban colocadas de mayor a menos estatura. La primera, Eleonor, tenía la piel muy clara, tanto como la porcelana. Sus ojos eran del mismo verde que lo de Dylan, pero ella en cambio tenía el pelo castaño y rizado. A su lado con el pelo por los hombros del color del carbón, estaba la que supuse debía ser Isly, que me escaneaba con sus ojos del color de la miel. La última de mis primas tendría que tener entre los diez y doce años, bastante bajita y de pelo ondulado del color del oro. En su camiseta ponía con letras grandes ``Suzei´´ así que no había duda de que ella debía de ser la tercera. Y efectivamente todas eran muy rosas.
—Eh, hola. —las salude con mi mejor sonrisa— Soy Cinbelin, estaré encantada de enseñaos el instituto.
—No, tranquila —me corto Eleonor— Lo haremos solas.
—Vale.
Me di la vuelta y me encaminé hacia la cocina, que estaba a apenas unos pasos.
Nada más entrar en la cocina el olor a té recién hecho me llegó, sin tan siquiera probarlo o mirarlo podía decir cuál era: Té de limón.
En la mesa estaba el desayuno preparado, todo tenía su orden y lugar: las tostadas en un plato a la derecha, a su lado la mermelada de fresa, un vaso con jugo de naranja al lado de la leche y en el centro la tetera.
Me tomé el jugo de naranja de golpe, para luego prepararme una tostada con mermelada, finalmente me tomé el vaso de leche.
— ¡YAYA!
La voz de Eliot sonó desde el comedor, seguro que mi abuela lo había dejado pasar, por lo que deduje que iba corta de tiempo. Siempre que Eliot acababa en mi salón era para decirme que llegaba tarde a algún sitio.
— ¡Cinbelin, corre ven!
Salí de la cocina con la tostada en la mano y la boca manchada de mermelada para encontrarme con la siguiente imagen: Eleonor tenía a Eliot agarrado de la mano derecha, mientras que Isly le toca el pelo y soltaba risitas.
—Eh… ¿tostadas? —sonreí a la vez que mostraba mi tostada a medio comer.
La mano de Isly bajó hasta apoyarse en el hombro de Eliot, el cual estaba colorado y no paraba de mirarme.
— ¿Qué es esto? —pregunto Eleonor mientras palpaba el musculo de Eliot.
—Vale, ya está, creo que he sido bastante bueno, pero esto no lo tolero. —Eliot se zafó de la mano de Eleonor y se puso a mi lado. — ¿Y estas quiénes son? ¿La yaya se ha dedicado a adoptar locas?
—Son mis primas, van a vivir aquí.
Eliot desvío la mirada de mis primas y se llevó una mano al cuello. Ese gesto era típico de Eliot cada vez que decía algo que causaría daño o problemas y no sabía que decir para evitar esos sucesos.
Dylan bajo las escaleras en el momento justo para evitar un silencio incomodo que estaba a punto de crearse.
— ¿Nos vamos?
Así gracias a la iniciativa de Dylan nos pusimos en marcha.
                                                                                     ***
Por el camino se nos había unido Marck quien se pegó todo el recorrido babeando ante mis primas, al menos de las mayores.
Al llegar al edifico en muy mal estado, dicho sea de paso, mis primas entraron corriendo y entre risas, como si fuera divertido ser nuevas. Mientras tanto Eliot y Marck se adelantaron para ir en buscar al resto del equipo masculino. Lo que me dejaba con Dylan, el cual llevaba en sus manos una libreta.
Dylan se alejó a paso ligero hasta el lugar en las gradas que le correspondía. Justo al final de la grada, los tres primeros escalones eran de él, eso y dos metros de separación que solía darle la gente. Mientras yo me paraba a saludar a todo aquel que conocía.
— ¡Cinbelin!
Una voz muy aguda sonó a mis espaldas. Becka.
Me gire para encontrarme con una chica de estatura baja de grandes ojos azules. Llevaba una camiseta de color añil que hacía que su pelo se vieran aún más claro. Para variar, se había recogido su melena de color rojo intenso en una coleta. Becka era esa típica amiga que estaba para todo. Era bastante habladora y muy brusca a la hora de decir las cosas, pero al fin y al cabo un amor de chica. Todas en el equipo la adorábamos, era la capitana y delantera estrella.
— ¿Qué tal?
—Bien, el verano ha sido increíble. —sonreí.
—Cuando acabe el curso, solo faltara un año para la universidad. ¿Crees que pasaremos a la pared de los recordados?
La pared de los recordados era una pared, como su nombre bien indica, de grandes dimensiones decorada con fotos de todos los años, pero solo de alumnos que habían hecho algo importante.
— ¿Quién sabe? —dijo ella
Quizás para esa época consiga desenredarme el pelo.
Le mire la coleta que era prácticamente un revoltijo de pelo.
Caminamos juntas hasta las gradas, con el resto de nuestros amigos para ver el partido de baloncesto inaugural.
Allí estaban todos sentados. Hablaban a gritos y la risa de Eliot se oía desde la entrada al gimnasio. Me senté junto a Dylan, que se había acercado más de lo habitual a mi grupo de amigos.
Eché un vistazo a la gente que componía las gradas, todos estaban colocados en grupos. De los grupos sobresalían los siguientes: El de los surferos: por ser tan libres y relajados como el sonido del mar, pensé que la chica rubia con mechas azules era la líder por la gran seguridad que mostraba ante el resto. Los skaters: por lo general gente muy tranquila que iban a su rollo, no buscaban problemas, pero los problemas los buscaban a ellos. Entre ellos destacaban una chica pelirroja de la cual corría un rumor acerca de ser muy buena y otro chico de pelo rubio, que destacaba por su personalidad. Los deportistas: Por lo general gente bastante ruidosa que se dividía en dos grupos: Los equipos de baloncesto y los de fútbol. Los de baloncesto eran mucho más elegantes que los de fútbol. El equipo femenino era decente, mientras que el masculino era genial, llevaban dos años seguidos ganando y no era para más con sus jugadores. Los de fútbol eran más brutos, tanto el femenino como el masculino. Savannah: No era un grupo, pero era bastante conocida por méritos propios. En todo instituto hay una puta, pues en éste era Savannah. Aunque solo se dedicará a besarse con quien quería, cuando quería. Los populares: los componentes de este grupo no habían hecho nada para merecer ser conocidos aparte de ser guapo y bordes. Ellos solían sentarse en la parte más limpia cercana a la cancha. Vi como Eleonor y Isly estaban en es parte de las gradas, sonrientes.
—No entiendo porque ello se sientan ahí. — dijo Dylan— Es simplemente un trozo de grada más.
— ¿Sabes? Es cierto. —dijo Eliot poniéndose en pie— Lo primero que haré cuando sea presidente del alumnado lo primero que haré será quitar los sitios “vips”. —sonrió— Imaginad un mundo sin fronteras sociales donde todos pudieran comunicarse unos con otros.
Todos sentimos a la idea de Eliot, tenía autentica madera de líder.
Sonó un pitido estridente que indicaba el comienzo del partido, lo que hizo que todos guardáramos silencio de inmediato. Eliot se sentó junto a Becka, la cual le dio la mano.
Los jugadores salieron corriendo a la vez que la grada lo recibía con ánimo, gritando y silbando.

Cinbelin.

lunes, 13 de mayo de 2013

Capítulo 3. Dreah.




MARTES.
Salí del agua con la tabla bajo el brazo, di un par de pasos y la dejé caer sobre la arena blanquecina. Me escurrí el pelo dejando resbalar las gotas de agua salada por mis rizos rubios que bajo el sol parecían blancos, y cuando éstas llegaron al final, precipitaron en la arena, terminando de deslizarse sobre las puntas color azul celeste. Me giré y vi salir del agua a un chico rubio de piel morena, y ojos verdes, arrastrando una tabla de surf que dejó caer junto a la mía.
—Hoy no lo has hecho nada mal —dijo sonriendo.
—Yo nunca lo hago mal —respondí dejando caer el pelo por la espalda —pero tú hoy te la has lucido ¿eh? —dije con una sonrisa mientras movía la cabeza de un lado a otro para que el pelo no me hiciera cosquillas bajo los omóplatos.
— ¡Me he resbalado por tu culpa! —me dijo con una mirada de reproche.
— ¿¡Yo!? —respondí medio indignada medio de broma.
— ¡Sí! —contestó muy seguro —Tú me has distraído.
— ¿Cómo? ¿Mi belleza te distrae? —pregunté divertida.
—No, —dijo soltando una carcajada que dejó ver sus perfectos dientes blancos —tu estupidez.
En ese momento, vimos acercarse corriendo a una chica de pelo negro recogido en una trenza y ojos claros. Llevaba un bikini rosa chillón que contrastaba con su piel bronceada.
—Hola —saludó cuando llegó hasta nosotros— ¿Qué tal ha ido hoy?
—Se ha caído y casi se parte la cabeza con la tabla —dije sonriente.
— ¡Joder, ha sido por su culpa! —dijo Neithan indignado.
No seas así con él, Dreah —dijo Min conciliadora.
—Tranquila, si no lo culpo, es que lo he distraído con mi impresionante belleza.
— ¡Idiota! —dijo él dándome un golpe en el brazo.
—Si no pasa nada, sé que soy demasiado guapa, y tú eres torpe por naturaleza —dije dándole otro golpe en sus abdominales bien formados.
—Bueno…, —Min le cogió la mano a Neithan— ya está, tú eres guapa y tú... bueno, a ti te quiero— dijo dándole un beso.
— ¡Parad! —protesté indignada— Que estáis de un empalagoso...
—Ya lo estarás tú, Dreah, ya lo estarás —dijo Neithan
—Sabes que soy una arisca, nunca seré empalagosa— dije arrugando la nariz.
—A ver, tranquilidad, he venido a buscaros para ir a comer al club, los demás ya están allí —nos cortó Min.
—Por mi vale —dije recogiendo mi tabla de la arena.
—Por mí también —dijo Neithan cogiendo por la cintura a Min.
Los miré mientras se besaban y poniendo los ojos en blanco me encaminé hacia el paseo marítimo que recorría la playa y llegaba hasta el club. Supuse que la arena quemaba por el sol que hacía, pero mis pies se habían acostumbrado y ya no lo notaba. Tenía la piel muy clara, pero sorprendentemente nunca me quemaba a pesar de las horas que pasaba bajo el sol. Llegué al paseo y me acerqué a un arbusto que había en un pequeño jardín, en el que antes Neithan y yo habíamos dejado escondidas nuestra ropa y las chanclas.
Apoyé la tabla en una palmera y una vez más, leí la palabra ''Libertad'' escrita en latín en letras naranjas sobre un fondo azul claro. Escribí esa palabra, porque básicamente era la que me define, era una rebelde, las normas no eran lo mío, y prácticamente, hago lo que me da la gana. Acaricié las letras con las puntas de los dedos y me agaché para coger nuestras cosas. Cogí la ropa y las chanclas de Neithan y se las tiré sin necesidad de darme la vuelta. Él las atrapó al vuelo soltando la mano de Min, que enseguida se la cogió de nuevo. Alcancé mi ropa y tras ponerme el vaquero blanco y corto que tenía, me calcé las chanchas negras y me colgué la camiseta amarilla de manga corta al hombro, dejando así al descubierto la parte de arriba del bikini azul que llevaba puesto, a rayas de distintos tonos que se aclaraban hasta ser blancas por la parte de debajo.
—Vamos pareja —dije cogiendo la tabla apoyada en la palmera.
Caminamos por el paseo hasta que entre risitas de ellos y gestos de exasperación míos, llegamos al club.
Contenta de dejarlos por fin atrás, caminé rápido hacia la mesa en la que se encontraban los demás. Dejé la tabla sobre un muro, y me acerqué hacia ellos.
— ¡Hola! —saludaron todos.
—Hola —respondí desganada.
— ¿Cómo está nuestra Dreah? —preguntó Prim, una chica rubia con el pelo recogido en un perfecto moño.
—Cansada de aquellos dos —dije dejándome caer en una silla de mimbre, al lado de Lee, un chico moreno de pelo rizado y ojos grandes.
—Son unos empalagosos —comentó Awa, una chica bajita, pelirroja y con muchas pecas.
—Dímelo a mí.... —dije poniendo la camiseta en el respaldo de la silla— ¿Habéis pedido ya?
—No, aún no, —contestó Prim— Larry ha ido al baño, y os estábamos esperando.
—Vale, mejor. ¡Nethan! —grité dándome la vuelta— Llama a Liu.
Liu, era el camarero del restaurante del club que siempre nos atendía, tenía nuestra edad, y era el sobrino del dueño del club. A veces, venía a coger olas con nosotros. Sí, éramos todos surfistas.
—Hola chicos —dijo Liu que apareció seguido de Neithan, Min y Larry que había salido del baño— ¿Qué queréis hoy?
—Yo una lasaña y una Coca-Cola —dijo Prim
—Otra lasaña para mí, y una hamburguesa con queso y lechuga para él, y dos Fantas de naranja— dijo Min tras cuchichear con Neithan.
—Nosotros... —dijo Larry mirando a Awa.
—Una pizza cuatro quesos para los dos, Monster para él, y agua para mí —terminó Awa. Awa y Larry, eran una y carne, como hermanos, y nadie sabía cómo, uno sabía lo que estaba pensando el otro.
—Yo espaguetis y agua por favor
dijo Lee.
—Yo... una ensalada de pasta y un Nestea de melocotón —dije por último.
— ¿Y lo de siempre? —preguntó Liu mirándome.
—Y lo de siempre —respondí sonriendo. Liu lo apuntó todo y se fue a la cocina, y al cabo de un rato que nosotros aprovechamos para reprocharles a Min y a Nethan lo empalagosos que estaban, regresó con el plato y las bebidas de Awa y Larry y el de Lee con su agua.
—Ahora os traigo lo demás —dijo volviéndose a marchar.
—Uf, mañana empiezan las clases
comentó Awa mordiendo la pizza.
—Sí, a ver si nos toca a todos juntos —dijo Neithan.
—No creo, somos muchos, —dije arrugando la nariz —pero espero que sí.
—Si no me toca contigo me muero —dijo Min pegándose a Nethan.
— ¡NOOO! —gritamos todos los demás a la vez.
—Sois unos celosos —dijo Min.
—Será eso... —dije inclinándome hacia delante para hacerme una coleta. En ese momento, apareció Liu con mi ensalada de pasta, mi Nestea y lo de siempre; un sándwich con doble de queso que se salía del plato —Gracias – dije feliz cogiendo los platos.
—Cualquier día, vas a reventar —dijo Lee jugando con una mecha rubia y azul que caía de mi coleta.
—Siempre como lo mismo, y sigo estando igual de buena —respondí quitándole el pelo de la mano.
—Qué suerte tienes —comentó Awa.
—Ni que tú estuvieras mal, chica —dije metiéndome ensalada en la boca.
Sirvieron al resto, y comimos entre risas y bromas, y cuando acabamos todos, quedamos para vernos mañana en el parque de delate del instituto.
Hasta mañana —me despedí levantándome tras haber pagado. Me puse la camiseta, y tras coger la tabla, me encaminé a casa.
Llegué a las escaleras de mi casa color naranja salmón, y tras subirlas, me saqué las llaves del bolsillo y las introduje en la cerradura. Entré, dejé la tabla en la pared, junto a la puerta, y tras un “¡Ya estoy en casa!”, subí por las escaleras al piso de arriba donde estaba mi habitación. Cuando estaba en el último escalón, oí unos pasos que se dirigían hacia mí.
—Hola, Dreah - me saludó mi hermano pequeño, un chico rubio de trece años, bastante guapo, de ojos entre azules y grises como los míos, y piel también clara—Mamá te busca.
— ¿Ah, sí?, qué sorpresa — dije sonriendo irónica.
—Está enfadada por lo de ayer y por irte sin decir nada esta mañana.
—Lo llevo haciendo todo el verano, lo raro es que no se acostumbre.
—Gracias por lo de ayer.
— ¿Te lo pasaste bien?
—Sí —contestó con una sonrisilla que daba que pensar.
—Me alegro —dije sonriendo — cuando quieras volver a salir de casa, me avisas. Si es por papá y mamá no ves la luz del sol —dije haciendo un amago de abrazarle.
—Dreah, yo sé que me quieres y tal... pero contacto físico el justo —dijo zafándose de mí.
—Eres clavado a mí —dije soltando una carcajada.
—Ya, ya...  —murmuró mientras entraba a su habitación.
Me encaminé hacia mi habitación, pero cuando iba a entrar, escuché un “¡Dreah!” que venía del dormitorio de mis padres. Me acerqué y abrí la puerta; mi madre estaba sentada en la cama leyendo una revista.
— ¿Dónde estabas? —comenzó a interrogar mi madre.
—En la playa con Nethan —respondí apoyándome en el marco de la puerta.
— ¿Dónde has comido?
—En el club con los chicos.
— ¿Porque no me has avisado? —preguntó cerrando la revista.
—Mamá, siempre hago lo mismo, no te preocupes.
—No me preocupo, pero podrías avisarme.
— ¿Algo más? —pregunté incorporándome.
— ¿Y lo de Alex?
—Mamá, ya no es un crío, lo ayudé a salir porque tú nunca lo dejas. Además, soy su hermana mayor, algo tendré que hacer ¿no?
—Sé que es tu hermano, pero podría haberle pasado algo —dijo frunciendo el ceño.
—Te repito que ya no es un niño, déjalo vivir.
Sin una palabra más, salí y cerré la puerta. Resoplé, y entré en mi cuarto cerrando la puerta tras de mí. Los rayos de sol, bañaban mi cama amortiguados por una cortina blanca. Me dejé caer sobre un puf azul eléctrico, no sin antes haber cogido el iPod, y con Simple Plan sonando en mis oídos, observé los diversos posters que decoraban mi pared verde crema. Olas de cinco metros surcando las aguas de playas paradisíacas, una tabla partida revolcándose entre la espuma o yo en la playa dentro de una ola.
Así pasé toda la tarde después de ducharme, tirada en cualquier sitio, rodeada de buena música.

MIÉRCOLES.

Me desperté con las pestañas enredadas, me desperecé y pestañeé un par de veces para desenredarlas. Me levanté y tras coger ropa interior, un vaquero largo blanco, una camiseta morada con letras azules y unas All Star amarillas, me metí a la ducha del cuarto de baño de mi habitación. Me recogí el pelo en una coleta alta para no mojármelo ya que me lo había lavado el día anterior. Me desnudé y me metí en la ducha, abrí, y un chorro de agua fría me cayó por el cuerpo terminando de despertarme. Me enjaboné con gel de moras, y cuando me aclaré, salí de la ducha envuelta en una toalla rosa palo. Me vestí, y me hice coleta, dejando por fuera el flequillo rubio que después me planché en un momento. Salí del baño y saqué del armario una mochila blanca a rayas azules, amarillas y rosas. Me deslicé hasta el escritorio que estaba situado en una esquina, junto a un pequeño balcón-mirador acristalado que debajo tenía un banquito con diversos cojines en tonos rosas y rojos, y cogí la cartera, una libreta y un pequeño estuche. Sabía que el primer día de curso, siempre había un partido de baloncesto inicial al que hay que acudir, pero nunca se sabía. Me senté en la cama, cogí un puñado de pulseras de hilo de todos los colores que siempre llevaba puestas, y me las embutí en la muñeca. Me eché la mochila al hombro, y tras perfumarme con manzana, salí por la puerta y bajé las escaleras hacia la cocina. Allí, encontré a mi padre y a mi hermano, a los que di los buenos días tras darle una mordida a un plátano, que después acompañé con un vaso de leche. Me despedí de mi padre, y di a mi madre un grito para decirle que me marchaba con Alex.
Bajamos las escaleras, y juntos, nos encaminamos hacia el instituto.
—He quedado con los chicos en el parque —dije mientras caminaba con aire despreocupado.
—Bien, yo he quedado con Lily ante la puerta para ver el partido.
— ¿Lily? ¿Aún sigues saliendo con ella? —pregunté mirándolo.
—Sí, ¿qué pasa?
—No, nada, si es muy mona. A veces veo a su hermano en la playa con su grupo. Es bastante bueno —comenté mientras llegábamos al parque— Bueno, adiós Al —dije dirigiéndome hacia donde estaban Awa y Lee esperándome.
—Adiós Dreah, nos vemos en casa.
—Al, no sé si comeré en casa, díselo a mamá por favor.
—Un día de éstos, te va a dar en adopción —dijo divertido.
— ¡Ya quisiera yo! Adiós Al.
— Adiós —dijo doblando una esquina.
Me acerqué a Awa y a Lee a los que saludé chocando el puño.
—Prim me ha llamado y dice que está con los demás en las gradas —dijo Awa.
—Vale, vamos.
Llegamos a la puerta del instituto y nos encaminamos por los pasillos abarrotados de gente hacia la cancha. Entramos y busqué con la mirada a los chicos entre el mar de gente que había en las gradas. Por fin vi a Prim de pie haciéndonos gestos.
—Ahí están —les indiqué a los demás.
Subimos los escalones de la grada hasta que llegué junto a Prim que llevaba su larguísimo pelo suelto, enganchado tras las orejas, unas All Star blancas de caña alta, y un vestido blanco también blanco de tirantes, que le llegaba por encima de las rodillas. La saludé con un abrazo cortito, y me senté a su lado tras haber chocado el puño con Min, que estaba sentada sobre las rodillas de Neithan, al que también se lo choqué, y a Larry.
Comenzó el partido. Las animadoras, que no me caían nada bien, se pusieron a lo suyo, y las gradas se levantaban cada vez que nuestro equipo marcaba, y yo con ellas. Al cabo de unos minutos de partido, vi entrar a una chica pelirroja con un gorro en la cabeza y una tabla de skate bastante chula bajo el brazo. Se llamaba Theo. La seguí con la mirada, como casi toda la grada, y vi que se sentaba con el grupo de skaters con los que siempre iba. La seguí mirando cuando se sentó, y no pude evitar una sonrisa cuando en un movimiento de su cabeza, me di cuenta de que se había hecho mechas. Se había teñido las puntas de verde, y le quedaban francamente bien. Nunca había hablado con ella, pero Theo y su panda, me inspiraban buen humor.
En ese momento, un murmullo colectivo, me distrajo de mis pensamientos. Me giré siguiendo la mirada de Prim y la vi. Vi a Savannah, la chica de la que todo el mundo hablaba desde que llegó al instituto. Caminó con aire resuelto hacia una esquina de la grada. No sabía si tenía amigas, pero yo no había visto a ninguna. Decían que era una puta, pero yo no lo creía, más bien era una puta de boca.


Dreah.