viernes, 17 de mayo de 2013

Capítulo 4. Cinbelin.


MARTES POR LA NOCHE.
Las tres Barbies—dije, mientras Dylan se dejaba caer en el sofá de piel como si estuviera muerto.
— ¿Eh?
—Eleonor, Isly y Suzei.
Dylan me miró confuso.
—Sigo sin entenderte.
—Son los nombres de nuestras primas, ya sabes, ésas que vienen a vivir con la abuela. ¿Te suenan ahora?
—Vagamente. Me son indiferentes.
Hablaba en tono cortante, lo que, tal y cómo yo sabía, significaba que se sentía cohibido.
—Pero son nuestras primas; y deben de ser unas chicas encantadoras. O eso dice la abuela.
—Seguro que exagera, siempre lo hace.
Se acostó en el sillón, con los brazos cruzados bajo la cabeza.
Me encontraba sentada en el suelo frente a un pequeño baúl lleno de mil y un discos de gran buena música, que, como no, era compartida con mi primo. Ambos sentíamos un amor incondicional por el rock.
— ¿Sabes?, he pensado que podríamos enseñarles el instituto y tal vez puedas hacer amigos a la vez que ellas, ya sabes…
— ¿Por qué no lo dejas de una vez? —inquiso Dylan, secamente— Si quisiera tener amigos los tendría. Deja de organizar mi vida, Cinbelin.
—Vale, está bien. No necesitas ayuda. —seguí buscando dentro del baúl, cual no parecía tener fin.
—Y además, ¿qué vamos a decir? —continuó Dylan, a quién ya nadie podía parar— Bienvenida al peor lugar del mundo, el instituto. Aquellas tías con uniformes de números y sudaderas, son amigas de Cinbelin. Ah, y aquella esquina del patio es mi sitio. Aquí todos pasan de todos. Es un lugar genial.
—Bueno, tampoco eso, hombre. Luego te quejas de las exageraciones de la abuela-
Suspiré y miré a mi primo, que en ése justo momento quedó iluminado por un par de rayos de la puesta de sol que se colaba por la ventana. Contemplándole así, uno pensaría que es un tío de ésos normales, que no ha estado toda su vida aislado del mundo, Su hermoso pelo era tan oscuro como el mío, gran parte de la familia lo  tenía oscuro como la noche. Sus ojos eran de un hermoso verde esmeralda, nítidos y vivaces, y lucía una piel blanca como la porcelana. Sin embargo, no era de ésos tipos que eran solicitados por todas las chicas. Todo lo contrario, para las chicas era el ejemplo de chico que no debería existir.
La soledad de su vida lo había vuelto un poco arisco, pero no dejábamos de ser familia, y en el fondo era un encanto.
Dylan se levantó sonriendo al ver que buscaba un disco para poner música.
— ¡EVANESCENCE! —gritó, mientras me lanzaba un cojín que me golpeaba en la cabeza.
— ¡BLACK VEIL BRIDES! —protesté, devolviéndole el cojín.
—En ése caso, por favor: Perfect Weapon.
—Su petición ha sido acertada.
Metí el disco en el reproductor y subí el volumen al treinta, el nivel perfecto para escuchar el grito de Andy Sixx al principio de la canción.
En cuanto escucho el grito comencé a saltar mientras movía el pelo de lado a lado.
—Vamos, Dylan. Diviértete.
—Bueno…esto no saldrá de aquí.
Dylan se quitó su chaqueta de color verde, dejando a la vista una camiseta blanca con una estrella dorada que reconocí.
Caminó hasta llegar a mí y ambos empezamos a cantar a pleno pulmón mientras agitábamos la cabeza de un lado a otro.
—The liars cheating. Our hearts breaking, go! —canté, mientras cogía el mando de la tele para usarlo a modo de micrófono.
—GO! —me hizo Dylan los coros.
Pronto nuestra divertida actuación privada se arruinó. En la puerta apareció un chico de pelo rubio, tirando a pelirrojo, de grandes ojos color manzana. Eliot, el defensa estrella del equipo masculino de fútbol y mi mejor amigo. Nos miraba de forma extraña. Ambos paramos en seguida de hacer el tonto, algo avergonzados.
Dylan fue directo a para la música sin decirle nada a Eliot, en cambio yo me acerqué a él y le choqué los cinco con energía.
—Se te ha olvidado, ¿a que sí? —dijo, mientras miraba  Dylan, por encima del hombro— ¿Es Dylna? —me miró confundido— Éste verano ha cambiado mucho.
—Sí, es Dylan. ¿Qué se supone que se me olvida?
—Última puesta de sol del verano, primer día de clase…
Me acordé al oír sus palabras.
—Lo siento, de verdad. Un despiste. —me giré para mirar a Dylan, quien ya se había puesto de nuevo su chaqueta— Me voy con los chicos, te quiero. Volveré pronto.
Eliot y yo comenzamos a correr por el pasillo que llevaba a la salida. Cuando pasamos por la salida, ambos paramos y entramos.
—Abu, voy a salir. Vuelvo en seguida. —me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla.
—Vale —se giró para mirar a Eliot, al cual le lanzó un paquete de galletas.
—Gracias, yaya —dijo Eliot sonriente.
Mi abuela era como si fuera la abuela de todos mis amigos; de ahí que mi amigo la llamara “yaya”.
Salí de la cocina rápidamente, tras mí, Eliot.
Pronto estuvimos en la playa, pues la casa de mi abuela estaba si quiera a dos pasos.
El olor del mar me llegó de golpe, sonreí al notar como mis pies se hundían en la arena dorada.
Cerca de la orilla se encontraba mi pequeño grupo de amigos: Jade, Marck, Fran, Fragg, y Elisa.
Todos sentados en la arena en fila, contemplando la puesta de sol. Eliot y yo nos acercamos en silencio y nos sentamos donde pudimos.
—Bueno, se acabó, cuando el sol desaparezca, todo habrá acabado. —suspiró Fragg— Adiós a mi verano amado.
—Yo estoy lista —contestó Jade, mientras se arreglaba la trenza rubia—, tengo pensado hasta qué ropa me pondré, la maleta que llevaré y el peinado de los próximos cuatro días.
—Vaya, así el resto parecemos vagos —dijo Eliot.
Todos reímos ante su comentario.
—No digas eso, Eliot. Tú has entrenado día y noche todo el verano. Si se nota y todo —sonreí mientras le revolvía el pelo—No diría que eso es hacer el vago.
—Bueno, ponerse en forma no es que sea flipante…Pero me gusta salir a correr por la mañana.
Marck se levantó de la arena con una agilidad increíble y se puso frente a nosotros. Su ropa estaba llena de arena.
—Yo no he malgastado mi verano; me he pasado todo el tiempo practicando esto —sacó un balón de su maleta, y todos le miramos atentos. Marck dio dos toques, luego lo golpeó con la rodilla, finalmente le da un golpe con la cabeza y cuando menos se lo esperaba, al darse cuenta, el balón estaba en el suelo. Todos comenzamos a reírnos a pleno pulmón. Era típico de Marck que le pasaran ésas cosas.
—Vale…Sí lo he malgastado —cogió el balón y se sentó de nuevo.
Cuando el único ruido que se oía era el de las olas rompiendo en la orilla, el sol desapareció lentamente tras el mar. Nos levantamos, nos despedimos y nos  deseamos suerte para el primer día de clase.
MIÉRCOLES
La ventana abierta dio paso al señor sol, sus rayos me hicieron despertar suavizando mi rostro con la calidez de su luz. Mis ojos se abrieron poco a poco admirando al ser más idiota que existía en la Tierra; sus ojos verdes estaban fijos en mí. Un desfile de pensamientos andaban por mi mente, aun medio dormida.
<<Primer día de instituto, emocionante ¿eh?>>pensé
La verdad es que no tenía nervios por el hecho de que comenzarán las clases de nuevo, todo lo contrario estaba tranquila. Aventuras nuevas y gente nueva llegaría a mi vida.
Dylan estaba sentado en los pies de mi cama con los pies cruzados. Tenía el pelo húmedo y desprendía un olor a colonia bastante agradable.
— ¿A qué se debe esta visita mañanera?— dije mientras me estiraba aun tumbada.
—Nada con importancia.
Me levantó de la cama, mis pies hicieron contacto con el suelo frio, motivo por el que se me
erizo la piel, pero no me pare a ponerme las zapatillas de andar por casa, así que seguí caminando hasta llegar a mi armario.
Abrí las puertas y empecé a buscar que ponerme, mientras Dylan tarareaba una canción.
—No mires voy a cambiarme.
—Vale. —Dylan se quedó sentado mirando a la cama, sin tan siquiera pensar en mirarme.
Jamás miraría a ninguna chica, su vergüenza la prohibía hasta tocarlas, a no ser que fueras de su familia Dylan no te tocaría. Así que el sentido de que le dijera eso era una tontería, pero mejor prevenir que curar.
Miré los vaqueros desgastados que tenía en mis manos y el suéter de color negro de Los Ramones que tenía en mis manos. Eso estaría bien para el primer día.
Me vestí en un abrir y cerrar de ojos. Seguidamente me puse mis zapatillas amarillas, para darle algo de color al conjunto y me cepillé el pelo.
—Ya.
— ¿Qué te has puesto?
Terminé de cepillarme el pelo y me lo recogí en una larga coleta bien alta y apretada. Dylan se giró y me observó.
—Suéter, vaqueros y zapatillas.
—Veo que tienes en mente variar tu estilo. —ambos nos reímos— Nuestras primas han llegado.
— ¿Cómo son?
—Muy rosas.
— ¿En serio? ¡Tengo que ir a verlas ahora mismo!
Simplemente salí corriendo del cuarto. Bajé las escaleras rápidamente hasta llegar al salón, allí vi a tres chicas y a mi abuela.
—Eleonor. —mi abuela la miró— Isly y Suzei.
Las tres chicas estaban colocadas de mayor a menos estatura. La primera, Eleonor, tenía la piel muy clara, tanto como la porcelana. Sus ojos eran del mismo verde que lo de Dylan, pero ella en cambio tenía el pelo castaño y rizado. A su lado con el pelo por los hombros del color del carbón, estaba la que supuse debía ser Isly, que me escaneaba con sus ojos del color de la miel. La última de mis primas tendría que tener entre los diez y doce años, bastante bajita y de pelo ondulado del color del oro. En su camiseta ponía con letras grandes ``Suzei´´ así que no había duda de que ella debía de ser la tercera. Y efectivamente todas eran muy rosas.
—Eh, hola. —las salude con mi mejor sonrisa— Soy Cinbelin, estaré encantada de enseñaos el instituto.
—No, tranquila —me corto Eleonor— Lo haremos solas.
—Vale.
Me di la vuelta y me encaminé hacia la cocina, que estaba a apenas unos pasos.
Nada más entrar en la cocina el olor a té recién hecho me llegó, sin tan siquiera probarlo o mirarlo podía decir cuál era: Té de limón.
En la mesa estaba el desayuno preparado, todo tenía su orden y lugar: las tostadas en un plato a la derecha, a su lado la mermelada de fresa, un vaso con jugo de naranja al lado de la leche y en el centro la tetera.
Me tomé el jugo de naranja de golpe, para luego prepararme una tostada con mermelada, finalmente me tomé el vaso de leche.
— ¡YAYA!
La voz de Eliot sonó desde el comedor, seguro que mi abuela lo había dejado pasar, por lo que deduje que iba corta de tiempo. Siempre que Eliot acababa en mi salón era para decirme que llegaba tarde a algún sitio.
— ¡Cinbelin, corre ven!
Salí de la cocina con la tostada en la mano y la boca manchada de mermelada para encontrarme con la siguiente imagen: Eleonor tenía a Eliot agarrado de la mano derecha, mientras que Isly le toca el pelo y soltaba risitas.
—Eh… ¿tostadas? —sonreí a la vez que mostraba mi tostada a medio comer.
La mano de Isly bajó hasta apoyarse en el hombro de Eliot, el cual estaba colorado y no paraba de mirarme.
— ¿Qué es esto? —pregunto Eleonor mientras palpaba el musculo de Eliot.
—Vale, ya está, creo que he sido bastante bueno, pero esto no lo tolero. —Eliot se zafó de la mano de Eleonor y se puso a mi lado. — ¿Y estas quiénes son? ¿La yaya se ha dedicado a adoptar locas?
—Son mis primas, van a vivir aquí.
Eliot desvío la mirada de mis primas y se llevó una mano al cuello. Ese gesto era típico de Eliot cada vez que decía algo que causaría daño o problemas y no sabía que decir para evitar esos sucesos.
Dylan bajo las escaleras en el momento justo para evitar un silencio incomodo que estaba a punto de crearse.
— ¿Nos vamos?
Así gracias a la iniciativa de Dylan nos pusimos en marcha.
                                                                                     ***
Por el camino se nos había unido Marck quien se pegó todo el recorrido babeando ante mis primas, al menos de las mayores.
Al llegar al edifico en muy mal estado, dicho sea de paso, mis primas entraron corriendo y entre risas, como si fuera divertido ser nuevas. Mientras tanto Eliot y Marck se adelantaron para ir en buscar al resto del equipo masculino. Lo que me dejaba con Dylan, el cual llevaba en sus manos una libreta.
Dylan se alejó a paso ligero hasta el lugar en las gradas que le correspondía. Justo al final de la grada, los tres primeros escalones eran de él, eso y dos metros de separación que solía darle la gente. Mientras yo me paraba a saludar a todo aquel que conocía.
— ¡Cinbelin!
Una voz muy aguda sonó a mis espaldas. Becka.
Me gire para encontrarme con una chica de estatura baja de grandes ojos azules. Llevaba una camiseta de color añil que hacía que su pelo se vieran aún más claro. Para variar, se había recogido su melena de color rojo intenso en una coleta. Becka era esa típica amiga que estaba para todo. Era bastante habladora y muy brusca a la hora de decir las cosas, pero al fin y al cabo un amor de chica. Todas en el equipo la adorábamos, era la capitana y delantera estrella.
— ¿Qué tal?
—Bien, el verano ha sido increíble. —sonreí.
—Cuando acabe el curso, solo faltara un año para la universidad. ¿Crees que pasaremos a la pared de los recordados?
La pared de los recordados era una pared, como su nombre bien indica, de grandes dimensiones decorada con fotos de todos los años, pero solo de alumnos que habían hecho algo importante.
— ¿Quién sabe? —dijo ella
Quizás para esa época consiga desenredarme el pelo.
Le mire la coleta que era prácticamente un revoltijo de pelo.
Caminamos juntas hasta las gradas, con el resto de nuestros amigos para ver el partido de baloncesto inaugural.
Allí estaban todos sentados. Hablaban a gritos y la risa de Eliot se oía desde la entrada al gimnasio. Me senté junto a Dylan, que se había acercado más de lo habitual a mi grupo de amigos.
Eché un vistazo a la gente que componía las gradas, todos estaban colocados en grupos. De los grupos sobresalían los siguientes: El de los surferos: por ser tan libres y relajados como el sonido del mar, pensé que la chica rubia con mechas azules era la líder por la gran seguridad que mostraba ante el resto. Los skaters: por lo general gente muy tranquila que iban a su rollo, no buscaban problemas, pero los problemas los buscaban a ellos. Entre ellos destacaban una chica pelirroja de la cual corría un rumor acerca de ser muy buena y otro chico de pelo rubio, que destacaba por su personalidad. Los deportistas: Por lo general gente bastante ruidosa que se dividía en dos grupos: Los equipos de baloncesto y los de fútbol. Los de baloncesto eran mucho más elegantes que los de fútbol. El equipo femenino era decente, mientras que el masculino era genial, llevaban dos años seguidos ganando y no era para más con sus jugadores. Los de fútbol eran más brutos, tanto el femenino como el masculino. Savannah: No era un grupo, pero era bastante conocida por méritos propios. En todo instituto hay una puta, pues en éste era Savannah. Aunque solo se dedicará a besarse con quien quería, cuando quería. Los populares: los componentes de este grupo no habían hecho nada para merecer ser conocidos aparte de ser guapo y bordes. Ellos solían sentarse en la parte más limpia cercana a la cancha. Vi como Eleonor y Isly estaban en es parte de las gradas, sonrientes.
—No entiendo porque ello se sientan ahí. — dijo Dylan— Es simplemente un trozo de grada más.
— ¿Sabes? Es cierto. —dijo Eliot poniéndose en pie— Lo primero que haré cuando sea presidente del alumnado lo primero que haré será quitar los sitios “vips”. —sonrió— Imaginad un mundo sin fronteras sociales donde todos pudieran comunicarse unos con otros.
Todos sentimos a la idea de Eliot, tenía autentica madera de líder.
Sonó un pitido estridente que indicaba el comienzo del partido, lo que hizo que todos guardáramos silencio de inmediato. Eliot se sentó junto a Becka, la cual le dio la mano.
Los jugadores salieron corriendo a la vez que la grada lo recibía con ánimo, gritando y silbando.

Cinbelin.

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