lunes, 29 de abril de 2013

Capítulo 1. Savannah.

MARTES POR LA NOCHE.
—Señores pasajeros, el vuelo 17MK con destino a Los Ángeles ha sido retrasado. Por favor, ocupen sus correspondientes asientos y mantengan la calma —sonó una voz monótona por los altavoces.
—Mierda, mierda, mierda. —maldije, mientras me sentaba de nuevo en una de las sillas del aeropuerto— Doce menos cuarto de la noche y todavía no he salido del condado de Texas.
                                                                    ***
—Perdón. Permiso. Disculpe —murmuraba  mientras caminaba entre la gente varias horas más tarde. Me detuve con mi pequeña maleta al filo de la calzada mientras varios taxis paraban.
— ¿A dónde la llevo, señorita? —un hombre con bigote conducía el vehículo público.
—Avenida Weels, por favor —dije mientras me acomodaba en los asientos de atrás.
“Hogar, dulce hogar” pensé en el momento que el taxi amarillo paraba justo delante de mi casa. Sabía que de solo poner un pie en ella mi madre o Morgan harían algún comentario que me sacaría de mis casillas, así que solo me dediqué a pagar a Mrs. Bigotes y entrar.
— ¿Se puede saber dónde demonios estabas? —la voz chillona de mi madre hizo detener mi paso cuando comenzaba a entrar. Comenzábamos de nuevo— ¿Por qué no me dijiste que venía el vuelo con retraso? Me hubieras llamado, estaba preocupada.
—Oh, dios, ¿en serio? —dije con ironía y arqueando una ceja— ¿De verdad que estabas preocupada? Ha sido un buen verano, así que cierra tu sucia boca y déjame vivir en paz.
—Sigues siendo igual que tu padre…
–Y tú sigues siendo la misma desde que papá descubrió que lo único que te importaba de él era lo que tenía entre las piernas y los bolsillos—sus ojos se abrieron como platos— Pero bueno, creo que lo mío tiene solución. Lo tuyo... lo dudo mucho.
Ante su mirada estupefacta me encogí de hombros y comencé a subir las escaleras.
—Hola, bicho —le dije con asco a Morgan al pasar por su habitación.
—Ya se acabó la paz en esta casa —masculló.
—Yo también te he echado de menos, hermana.
Cuando entré en mi habitación todo estaba en su sitio, igual que cuando me había ido. Pasar los veranos con papá en Texas era genial, pero cuando llegaban las primeras quincenas de septiembre; adiós, felicidad.
La bicho asomó su cabeza por el umbral de la puerta.
— ¿Tú otra vez?
—Mamá dice que bajes a cenar —dijo con pesadez— y que bajes la música, es muy tarde.
—Largo —estiré mi brazo señalando la puerta.
Mi madre puso en la mesa cerdo al horno con salsa de yogurt. Con lo que hubiera dado yo por una buena hamburguesa del McDonald’s y patatas fritas.
—Savannah, baja los pies de la silla, —me regañó, por lo que parecía la vez mil mi madre mientras Morgan reía— la vas a ensuciar.
— ¿De qué te ríes? Tanto rosa y el mundo de las hadas no te hace bien.
—Ya, cállense. Tú, termínate el plato y ve a ducharte —le indicó a bicho— y tú deja de insultar a tu hermana.
—Me las piro —cogí mi plato omitiendo su comentario.
—No has terminado de comer.
—Aprende a cocinar y algún día lo haré. Buenas noches. —le guiñé un ojo y comencé a canturrear.
—Ésta chica... —la oí decir desde abajo.
MIÉRCOLES.
La luz me encandiló desde la ventana. Me puse la almohada encima de la cabeza e intenté reconciliar el sueño; imposible. Era la hora de levantarse. Era miércoles, por lo tanto, el primer día de clase. Como siempre, sería el partido de bienvenida, el director y sus charlas, nuevos compañeros... Siempre era divertido.
Entré al baño, me aseé y me vestí. Desgraciadamente al colegio no me dejaban llevar plataformas o tacones que era lo que en mi vestuario más abundaba, pero por cinco días a la semana no iba a pasarme nada. Bajé las escaleras y vi Morgan con su falda rosa. Cogí una tostada, no tenía tiempo para desayunar, así que guardé las llaves, móvil, bolso y andando.
Nada más entrar al edificio del instituto oí a las animadoras mientras que más de uno se perdía entre sus faldas. Comenzó el partido y yo aún no había encontrado a Caitlin. Pasé delante de las gradas y vi a Theodora, alias “Theo”, y su pandilla. Dreah la surfera con los suyos y la pobre Cinbelin con el plasta de su primo. En conclusión: asco.
— ¡Savannah! ¡Aquí! —Caitlin agitó sus brazo para que pudiera identificarla. Sonreí y me acerqué. Ya no estaba sola.



Savannah.

2 comentarios:

  1. Hola Chicas!
    Soy Margarita (Red) una nueva lectora.
    Me encanta esta chica, que rebelde!
    Bueno, voy a leer los siguientes.
    Encantada, Red.

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    1. Muchísimas gracias, Red. Estamos encantadas de que nos acompañes a las cuatro en ésta historia. ¡Besos y bienvenida!

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